Baúl de la memoria VOLVER

El banco y los chanchos

Costó mucho imaginar que un día quebraría, y desde la mañana en que se cerró sus puertas el Banco Comercial de Tandil, todos supimos que nadie podría estar indemne de una catástrofe económica. 

Su fachada histórica, protegida por ordenanza municipal, promete un shopping que se ha tornado una obra imposible aunque tiene nombre: El Paseo del Banco. Por ahora y desde hace meses una monstruosa estructura de fierros erguida sobre la fachada convirtió a los laterales y el vértice de Rodríguez y Pinto en un incómodo laberinto. Una primera inscripción en la puerta quizá resuma el devenir de aquel imperio financiero hasta su estadio actual: "Aquí hace el defecadero del palomar impensado". 

Fue un banco que en líneas generales ayudó a los vecinos, a tal punto que muchos de ellos tuvieron la ocurrente idea de hacerle un homenaje. Esta ceremonia ocurrió en el año 1984 y despertó una de las humoradas más celebradas por los parroquianos del Bar Ideal. La concibió, con la acidez que lo caracterizaba en la mesa que compartía con Luis Arnaldo Pontaut y otros amigos, el gordo Justiniano Reyes Dávila: "Que los clientes del banco le festejen un aniversario al Banco Comercial, es como si los chanchos le hicieran un homenaje a Cagnoli", dijo el humorista para la posteridad. Dicen que las carcajadas llegaron hasta el despacho del Colorado Christensen, quien en esa época era el presidente del banco.

Hoy la cáscara vacía del Comercial -hasta sus pisos de pinotea se llevó el nuevo dueño para vender en Buenos Aires- no es ni banco ni paseo: apenas se vislumbra como el adefesio que faltaba: el Monumento al Andamio.

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