Cuento en mi Facebook las peripecias sanitarias -entre otras desmesuras- que está viviendo un vecino que, para decirlo en términos posmodernos, se piró. Y, como analogía, un amigo-lector, Pepe Cincuegrani, me recuerda las andanzas de un personaje del Tandil de los años felices: Cacheta.
La historia que conté tiene que ver con un tipo que desde hace por lo menos tres años viene produciendo una serie de eventos extravagantes. El último ocurrió en una farmacia del pleno centro. El tipo entró y pidió permiso para ir al baño. Se lo dieron. A los quince minutos, como no salía del sanitario, fueron a ver qué pasaba. Lo encontraron muy orondo duchándose, como si estuviera en su casa.
Cincuegrani buscó en el pasado algún caso por el estilo. Y encontró uno más grueso protagonizado por Cacheta. El pirado del baño de la farmacia -que además es un plomo absoluto y total- vendría a ser como un epígono de aquel personaje marginal que vivió en un pueblo, además, donde los locos lindos y locos chapas abundaban. Eran los años 60 y, como suele decirse cambiándole el título al libro de Hemingway, parece que Tandil era una fiesta.
¿Cómo era Cacheta? Tracemos su perfil biográfico para las nuevas generaciones. Era gordo, petiso y respondía al apodo por su cara inflada como un globo. Los cachetes grandes eran el centro de su personalidad. Además era cortito de cabeza y de talante árido. De pocas pulgas. Vivía de lo que mendigaba y este detalle es fundamental porque aquí anida el pintoresquismo de su narrativa coloquial: decía que no trabajaba porque sufría de "cayos plantares" (¿?!).
El día que trascendió a su propio mito fue cuando tuvo la pésima ocurrencia de "desgraciarse" en la puerta de la casa de la familia Mereb, en calle Chacabuco frente a la Plaza Moreno. Demolida aquella antigua vivienda, sobre los restos mortales de los sorongos de Cacheta actualmente se impone el Edificio Kain. Pero eso no fue todo. Faltaba el detalle fatal. Una vez que Cacheta terminó de hacer sus necesidades, tocó el timbre de la casa.
-¿Qué quiere? -le preguntó una de las chicas Mereb.
-Papel higiénico, para limpiarme -respondió con total naturalidad Cacheta.
La señorita lo sacó corriendo a escobazos. Tropezando con sus propios lienzos caídos hasta los talones, según la leyenda Cacheta entró en la inmortalidad mientras decidía higienizarse en el agua trémula de la Fuente de las Nereidas.
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