Baúl de la memoria VOLVER

Así nos vieron: la aldea según el ojo inglés

El viajero inglés William Mc Cann aportó en su libro Viaje a caballo por las provincias argentinas una interesante descripción sobre la comarca, que proporciona una idea de cómo era el Tandil de entonces, allá por 1840 cuando Mc Cann anduvo por estos pagos.

"Tandil era el punto más distante a que pensaba llegar en mi viaje, tal vez por eso me hice la ilusión de que allí terminarían mis andanzas. También en ese día sentí por primera vez las angustias del hambre. El tiempo estaba hermoso y nos entretuvimos cazando armadillos, que constituyen un buen manjar. Las perdices son tan abundantes y mansas que las matábamos con los rebenques; de esta suerte nos procuramos un excelente almuerzo. Después de una marcha de cuatro leguas, llegamos a Tandil antes de entrarse el sol.

"Como visité por un tiempo varias estancias de gran magnitud, hice diversas preguntas acerca de su formación y dirección (...) Mr. Swessy, un caballero norteamericano me ofreció alojamiento en su casa mientras permaneciera en Tandil. Acepté complacido la invitación porque no existen en estos pueblos hospederías de ninguna especie para los viajeros.

"Tandil se encuentra a unas setenta leguas de Buenos Aires; su situación es bastante pintoresca porque se levanta al pie de una cadena de colinas rocosas que se extienden desde las inmediaciones del Cabo Corrientes, es una distancia de doscientas millas hacia el noroeste, donde descienden hasta perderse en la llanura. Las doce o catorce personas que se dedican al comercio tienen sus casas en el pueblo pero también intereses en el campo.

(...) Cierto día, por la mañana, salimos a visitar una piedra muy renombrada que existe en las inmediaciones de Tandil: se halla sobre la falda de una colina, en la parte más alta y en verdad parece que estuviera colgada sobre el precipicio. Su posición es tan insegura que una persona algo medrosa evitaría ponerse a su sombra por temor de que la brisa más leve precipitara su derrumbe. Tiene veinticuatro pies de alto y la circunferencia, en la parte más ancha, es de cien pies.

(...) No hay en el pueblo un solo artesano especializado en ningún oficio. Citaré el caso de un hombre bastante hábil en el corte de trajes pero que no sabe coser las piezas cortadas y se ve obligado a recurrir a las mujeres para esta tarea. Hace cosa de diez años fue construida una iglesia por suscripción popular, pero ya no tenía techo. El retablo principal, lo mismo que una pintura antigua, se hallaban hacinados en un cuarto, muy deteriorados por el moho, porque el clima es húmedo. Se han hecho gestiones ante el gobierno para que contribuya a restaurar el templo dado el carácter quod sacra del edificio, pero el gobierno alega, para no hacer lugar a lo pedido, que quienes tomaron posesión de la iglesia cuando se construyó, son quienes deben ocuparse de mantenerla y repararla.

"El cementerio está en la falda de una colina cercana; nunca ha sido cerrado ni lo rodea un simple muro, lo que revela los hábitos primitivos de los pobladores. Como no hay un solo clérigo en la villa, los muertos son inhumados sin ningún servicio religioso. Una o dos veces por año, un sacerdote visita el lugar para celebrar misas, bautizos y matrimonios. La iglesia más cercada se encuentra a veinte leguas de distancia..." .

Fuente: William Mc Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas. Buenos Aires, Hispamérica, 1986.

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