Historias VOLVER
LU 22 Radio Tandil cumplió este miércoles 1º de enero de 2020 la redonda cifra de 50 años de fundada, un acontecimiento histórico que impacta por su paradoja, habida cuenta de la difícil situación que desde hace años arrastra la llamada "radio madre". A lo largo de cinco décadas fue una cantera de producir episodios desopilantes. Compartimos con los lectores uno de ellos, que protagonizó el recordado Oscar Perea, todo un personaje de aquella radio que ya, en los términos de empatía, liderazgo y a la vanguardia de la noticia, no existe más.
FELIZ CUMPLEAÑOS
Ese domingo llegó a la radio como llegaba siempre: al límite, dos minutos antes de ir al aire. El hombre, en el apuro, era fiel a su estilo. Creía en la repentización, en eso que la gente más antigua de la emisora llamaba radio verdad.
Para Oscar Perea,
hay que decirlo, la verdad era una descarga de adrenalina, una voz que le salía
como un chorro infinito. De alguna manera podríamos decir que hacía radio como
vivía, bajo la ley del imprevisto. Se dice que una de las primeras veces que lo
vieron por acá fue arriba de un escenario, haciendo la locución de un acto
justicialista. Porque Perea además de hombre de radio era, por sobre todas las
cosas, un sujeto peronista. Es decir,
toda su ontológica personalidad estaba signada por la ideología de la
desmesura. Fue en su cargo de
secretario privado de Gino Pizzorno que Perea decidió enfrentar la huelga del
servicio de recolección de basura con una metología que dejaría pagando a todo
el gabinete: se puso el uniforme de basurero y recorrió media ciudad colgado
del camión y levantando la basura negada por los huelguistas. Era Oscar Perea,
también hay que decirlo, un desmesurado para todo: incluso para el trabajo.
Laburador empedernido sacó de la nada un éxito absoluto, un programa para el
campo que, de tanta facturación, le nubló la mente, a tal punto de hacerlo
embarcar en la aventura de la radio propia a la cual denominó, nacionalista,
como Radio Argentina. El proyecto
naufragó al poco tiempo. Perea, otra vez en banda, desapareció del pueblo.
Algunos decían que estaba en Chile; otros lo figuraban en Juárez ganándose la
vida con una modesta frecuencia modulada. Una mañana volvió. Lo encontré en el
centro, transpirado hasta los tobillos. Venía caminando desde la Terminal, por
San Martín arriba, visitando clientes perdidos. Limada las asperezas, LU22 le
había dado otra vez la chance del micrófono. Perea volvió a la emisora, a la
AM, todos los domingos, desempolvando el nombre de un programa (ya no la
exitosa audición campera) que lo había hecho feliz en sus primeros tiempos: Tandil y su gente. Creía (como casi
todos los peronistas) que la nostalgia por el pasado bastaría para consumar el
éxito del presente, y se equivocó de medio a medio. Convirtió a ese día ¾el domingo del ocio reparador¾ en un día donde por la radio desfilaban los
indigentes de toda indigencia, y le dio al programa una tónica fatal, plena de
muerte y denuncia, justo en la jornada del sosiego y los ravioles de la vieja.
Así que los oyentes huyeron despavoridos y fueron muy pocos los que aquel
domingo inolvidable escucharían la increíble errata del locutor.
Perea subió los
escalones de dos en dos. En la radio estaban el informativista y un sereno a
quien todos llamaban Juancho, el cual los domingos solía atender el teléfono de
la emisora. El Gordo Perea ingresó al control, saludó a María Inés Mazza (que
lo acompañaba en la locución las pocas veces que Oscar se dejaba acompañar), y
mientras iba entrando al estudio escuchó de refilón el comentario de que esa
mañana era el cumpleaños de Juancho.
Traicionado por su
incontinencia oral, Perea saludó a los oyentes y se contactó con el movilero de
exteriores. Al aire el conductor le pidió que se trasladara al domicilio del
Director de la emisora. Cinco minutos después, Juancho Martínez Belza, en
piyama y con los auriculares colocados, atónito, debió resistir la inesperada
cortesía.
-Buenos días, señor
Martínez. Estamos al aire y todos los que hacemos este programa queremos
desearle un muy feliz cumpleaños.
-Bueno, ehhhh... le
agradezco, Perea -titubeó Juancho-, pero hoy no es mi cumpleaños...
Perea miró
desesperado al operador y un comentario fatal precedió al antológico furcio.
-Pero si acá me
dijeron que hoy Juancho cumplía años... -balbuceó el gordo, sudando.
-Sí, Juancho, el
sereno... -lo corrigió Martínez Belza y dio por terminada la charla.
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