Nuevo encuentro con un turista. Es notable porque todo ocurre en la única salida diaria que me permite la escritura de un libro agotador. Marido y mujer parecen debatir amablemente con una cerveza de por medio. ¿Por qué en la mesa del bar no hay una cerveza Tandilia?, me pregunto. De golpe, el hombre le pregunta a la moza algo sobre la Piedra Movediza. La moza le dice que no tiene idea y me traslada la inquietud: cuántas veces se movía la Piedra a lo largo de una hora.
"Si pagan el café les contesto científicamente", les digo. La pareja se ríe. Dicen que estuvieron en la cima del cerro y que observaron algo muy extraño. O sea, que la réplica de lejos es igualita a la Piedra pero que de cerca no se le parece demasiado. Prefiero evitar cualquier comentario al respecto. Insisto en cuál es la pregunta, pues sigue estando el café en juego. "Si la Movediza se movía, porque todos dicen que se movía... ¿cuántas veces en la hora se movía?".
No hay casualidades: hace
pocos días entregué un texto por encargo de la Movediza que irá impreso en la
etiqueta de las botellas de una destilería que se está instalando en Tandil.
Les digo que el movimiento de la Piedra oscilaba entre 40 y 50 veces en la
hora. El tipo se ríe, llama a la moza, paga mi café y por la cara deduzco que
no sabe si le dije la verdad o un tremendo bolazo. Les pregunto si son
porteños: contestan afirmativamente y retrucan el porqué de la pregunta.
"Porque es un tic de la porteñidad, la duda", respondo. "Si mañana andan por
acá, les cuento la historia de Pandereta, el tipo que dijo que se iba a morir
el día que se cayera la Piedra Movediza. Esa historia por lo menos les va a
costar un tostado y una cerveza, pero de Tandilia".
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