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Y ahí están, juntos como siempre, con las nenas, a las
puertas de un nuevo nacimiento. Riki Camgros y Paz Vázquez atajan los últimos
penales propios de toda inauguración: con stress y con pasión, entre un mundo
de gente trabajando contrarreloj en el lugar, este miércoles el nombre de
Azafranes, cual muletilla mágica, se asoma a lo nuevo: la regalería gourmet que
se abre con la tienda homónima a la tradicional arrocería de entre sierras.
Los conocí juntos, cuando hace un par de años me esperaron
en una mesa de Tierra de Azafranes para proponerme que les hiciera un libro con
la historia del lugar. Y juntos los seguí viendo mientras lo escribía, cuando
lo presentamos y toda vez que se ponen al hombro un desafío que parece
recargarle las pilas. Abrir un negocio hoy, en tiempos de pandemia, con la
segunda ola en ciernes, en pleno centro, con una inversión considerable,
pareciera ser un acto que está más cerca de la utopía que de la realidad dura y
cruda. Pero ahí están Riki y Paz con la adrenalina de la novedad frente a lo
que se viene: la apertura de una comercio en un rubro de los que, uno infiere,
no abundan por estos pagos. O, al menos, en la forma que lo pensaron: una
regalería gourmet con un caballito de batalla poderoso, los chocolates
Mamuschka, que es algo así como la meca del chocolate. Todo esto podría
resumirse más o menos en una tienda de delicias, desde los vinos, los habanos,
los alucinantes huevos de pascua, con más de 40 etiquetas de gins nacionales e
importados y olivas, especies, ahumados de familia weiss, pastas italianas y
muchos etcéteras.
"Si nos poníamos a pensar en la pandemia no hacíamos nada", dice Riki. Y agrega: "Siempre me gustó la idea de abordar otros espacios del comercio, como en su momento también lo hice junto a mis amigos con la cervecería Tandilia. Este negocio lo pensamos con Paz como un apéndice de Tierra de Azafranes, sin tanta complejidad como el restaurante, pero que nos permite también mirar nuestro futuro sumándole otro rubro. Hemos puesto mucho trabajo, una inversión muy importante para los tiempos que corren y todas las ganas para que salga bien".
Entrar a la tienda parece como sumergirse en la atmósfera de Tierra de Azafranes, una decisión estratégica sostenida por la fidelización de la marca, ya largamente consolidada. Por lo tanto la Tienda es como la arrocería: una estética muy parecida en su decoración, cierto halo de moderna intimidad, pero instalada en el corazón del centro de Tandil, sobre calle 9 de Julio, a pasitos de San Martín y con una increíble prospectiva histórica en la línea de tiempo: el bisabuelo de Riki Camgros (por parte de la familia Cincuegrani) tuvo allí, en el mismo local, en el Tandil de los años felices, el Bazar Americano. A tono con el axioma de que nada se pierde y todo se transforma, la Tienda de Azafranes buscará reafirmar el célebre vaticinio que le dio el dueño de los Quesos El Holandés a un chico de 12 años que en la estación de servicio de La Porteña se ofreció a limpiarle los vidrios del parabrisas de la camioneta con la paga a voluntad: "Pibe, acordate lo que te digo. Vos algún día vas a hacer un empresario". Con la profecía largamente cumplida, el gran carisma de Riki junto a Paz, su compañera todo terreno, le abren las puertas a una nueva ilusión.
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