Historias VOLVER
Un hombre casi anónimo cada día
de su vida tenía la costumbre de encerrarse en un lugar. Ese lugar era un banco
del centro de la ciudad. Era un cincuentón que había nacido en el campo y había
sobrevivido a una infancia de extrema penuria. Finalmente y no sin esfuerzo había
conseguido amasar una pequeña fortuna, la cual conservaba como su tesoro más
preciado en el banco.
En aquel tiempo -década del 90- existía en los ahorristas un temor de que el gobierno se apropiara de las cajas de seguridad. Eso incrementó el celo del hombre por el cuidado de sus ahorros, pero también reveló una pulsión que lo habría de acompañar por el resto de su vida: la necesidad de encerrarse cada día en el sector de las cajas de seguridad del banco, contar sus dólares y controlar que no faltara ninguno. También gustaba de mirarlos y tocarlos. Pero sobre todo su pasión era olerlos. Amaba oler sus dólares y esa fragancia le era mucho más embriagante que un perfume de mujer. La empleada que lo llevaba hasta la celda ya conocía ese ritual, único entre todos los clientes. Había una razón para el ejercicio olfativo, además del goce que le propinaba. El olor del billete verde lo conectaba con la más profundo de su tierra. Como hombre criado en el campo tenía la teoría de que los dólares huelen a grasa de chancho, cuestión que finalmente fue ratificada por un famoso falsificador, quien al caer preso confesó que él aplicaba la grasa de cerdo a sus billetes apócrifos para hacerlos más verdaderos.
Lo cierto es que durante diez años, de lunes a viernes, aquel hombre y sus dólares convivieron en una misma celda. Fueron un goce único, una sola cosa y un solo olor. Cuenta la mitología que nadie sabe qué pasó con esos dólares ya ausentes de su bóveda de acero. Sí se sabe que el dueño de aquella caja de seguridad hoy habita otra bóveda, y es esa misma a la que alguna vez todos iremos a parar.
APORTA TU PENSAMIENTO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.