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Sin aplausos para el asador

Los años 1960 y 2013 se inscriben con letras de enchapado en oro para dos asados inolvidables y literalmente irrepetibles. El primero dio nacimiento a un género literario: el absurdo mágico serrano. El segundo proyectó esta tradición para la desmesura macondiana en los tiempos de la posmodernidad global. Vamos por la evocación de ambas parrilladas.

El 23 de mayo de 1960 un grupo de exégetas del recio militar Benito Machado (muerto el 9 de julio de 1909), nucleados en la Comisión Oficial de Festejos del Sesquicentenario de Mayo, decidió repatriar del fondo de la historia el cadáver de Machado y luego del necesario recambio de féretro tras el largo viaje en tren desde el cementerio de la Recoleta, se lo expuso a la mirada de la muchedumbre bajo una carpa en el centro de la Plaza Independencia. El ataúd fue rodeado de una humeante fila de asadores, parrilleros sudorosos y una guardia de soldados vestidos con el atuendo azul del Regimiento Sol de Mayo. A la hora de los discursos un amanuense de Machado, Rogelio F. Smith, hablando en nombre del Centro Tradicionalista Benito Machado, dijo tomando el lenguaje del colonizador: "Su lanza invencible, si bien abrió ríos de sangre indígena, abrió también el sendero de la civilización y del progreso. Hoy, nuestra Plaza Independencia luce en su cetro la réplica de la pirámide de Mayo. Si no hubieran actuado entonces, Machado en el sur y otros en otras partes, estaría quizás vibrando, el mismo sitio, la lanza emplumada de los descendientes del araucano Calfucurá". El acto oficial comprendió la realización del ritual castrense conocido como la Retreta del Desierto, pero la sola imagen del ataúd y la vaquillona con cuero que se estaba asando lentamente a su lado, se pinta como una postal fellinesca: nunca se había visto un rito mortuorio de tenor fantasmagórico con los restos del repatriado coronel en su segundo velorio adobado con chinchulines y morcillas. Al otro día Nueva Era describió con minucia antropológica lo ocurrido en las "exequias" de un hombre que había muerto casi sesenta años antes de ese día. Leamos: "Cuando a las 17 y 5 de ayer la cureña que transportaba los restos del Coronel Benito Machado -que tendrán definitivo descanso en Tandil- se detuvo frente a la Plaza Independencia, sobre la calle Rodríguez, a la altura del kiosko, una numerosa concurrencia se extendía a lo largo y de ambos lados, como completando la escolta que le habían hecho seis soldados vestidos con el uniforme del Regimiento 'Sol de Mayo'.

Y el siguiente imperdible subtítulo: "Vivacs y asado: silencio y fogones animados": "Bajo la carpa dos soldados, como dos estatuas, hacían guardia de honor junto al féretro. Y desfilaba la gente. Pero a veinte metros, luego, un paisaje distinto para los ojos de todos. Una chispa y un fuego. Una llamarada levantándose hacia la altura. A la carpa la rodeaban los vivaques. Pronto se plantaron los asados en torno a los fuegos. Y así se volvieron fogones criollos, para la charla de la tregua, como antes, tras la pelea, se apretaban los cuerpos y se acercaban las voces: recuerdos de la batalla mientras la noche descolgaba sus misterios. La gente miraba y comentaba. El rumor se hizo vigoroso cuando se plantaron los asados. Y los costillares comenzaron a largar hacia la arena, el jugo de su grasita gruesa, como estimulando los jugos gástricos aun aquellos que habían cenado ya. Y así se fue yendo la noche. Junto a los fogones criollos, se desnudaron los aceros y ya vacías las vainas, los cuchillos buscaron los caminitos entre las costillas, cortos y fáciles, de tierna carne vacuna, la costillita salió limpia y entera y su carne, comenzó a ser recuerdo en seguida, pues, el paisano - aunque pibe - le dio fuerte al diente que esperaba hace rato...". Nunca más la ciudad presenció la remake de un velatorio con parrillada popular incluida.

Cincuenta y tres años después, el sábado 12 de julio de 2013, será tomado por el Club Independiente como una jornada memorable debido a la extrema tensión vivida. Los parrilleros que tenían a cargo el asado de la fiesta del 96º aniversario fueron presas de una descomunal borrachera mientras un temporal de agua y viento caía sobre la carne y las brasas. Y el primer chorizo se sirvió a la madrugada. Si algo hay que agradecer, es que el papelón que padeció la Institución durante la fiesta no haya tocado justo para el glamoroso festejo del primer siglo de vida.

Todo comenzó cuando los dos asadores que estaban a las órdenes del maestro parrillero que había contratado el club, comenzaron a beber mientras encendían la leña y salaban la carne, pasada la media tarde del sábado. Con el patrón ausente, los hombres se fueron entoscando como sin quererlo, animados por la charla y la abundante ingesta. Cuentan que fueron dos damajuanas de vino las que perecieron bajo la sed insaciable de los parrilleros. El efecto narcótico del tinto fue letal. Los asadores alcanzaron a prender el fuego y poner la carne sobre las parrillas, pero instantes después la pesada modorra que los embargó se convirtió en un sueño unánime. Así, los dos hombres quedaron profundamente dormidos bajo el alero mientras el cielo serrano se cubría de nubes tormentosas y al rato el aguacero caía de a baldazos sobre la ciudad. Y sobre el asado que debía saciar el apetito de las 700 almas que participarían de la fiesta en el gimnasio Duggan Martignoni.

A las 20,45 llegó al lugar al maestro parrillero para ver cómo andaba todo y estuvo a punto de desmayarse del disgusto. La carne yacía empapada sobre las parrillas. Las brasas del fuego estaban consumidas por el agua. Los asadores seguían durmiendo la mona. Y la fiesta que debía comenzar a las 21,30... A partir de allí comenzó el calvario para los integrantes de la comisión directiva del club. El humorista contratado para la ocasión, oriundo de Mar del Plata, percibió que algo no andaba bien. Los organizadores le contaron del percance y el artista, ni lento ni perezoso, dobló la apuesta para remediar el bochorno: "Ustedes me pagarán hoy 5000 mangos por mi show. Me dan 6500 y les amanso las fieras hasta que puedan servir el morfi", ofreció. Y, profesional al extremo, cumplió largamente, pues el cómico extendió su show interactuando con el público mientras los nuevos asadores cortaban clavos e intentaban sacar el asado como fuera. Tras la actuación del cómico, la cosa no dio para más y alguien tenía que poner la cara. Fue, como corresponde, el presidente de la Institución, Osvaldo Dadiego. Tomó el micrófono, pidió las disculpas del caso y mandó al frente al responsable del cattering. Un tal Arce. A los dos días el tipo publicó un aviso en un matutino diciendo que a él sólo le habían pagado para llevar la vajilla. ¿Y los mamados? Dicen que se los vio rodando por la Avenida Avellaneda, como efecto de los patadones que les asestó el maestro parrillero cuando los despertó de la curda memorable. Finalmente, a las 12,30 llegó el primer pedazo de carne a las mesas. Asado. Después los chorizos. "Estaban como blancos los chorizos, parecían hervidos, como cuando los ponés para el puchero...", dijo el periodista deportivo Jorge "Cacho" Alí, quien supo relatar las memorables hazañas del básquet rojinegro. "¡Esto más que un chorizo es un niño envuelto!", gritó, poniéndole humor al mal momento, un socio del club. Lo cierto es que el postre llegó a las 2,30 de la mañana, cuando ya quedaba muy poca gente en el gimnasio y los dirigentes trataban de reponerse del disgusto. Tienen todavía unos pocos años por delante para elegir un parrillero acorde a la gran ocasión del centenario. Demás está decir que cuando el telón de la fiesta cayó, a nadie se le ocurrió pegar el jubiloso grito de: "¡Un aplauso para el asador!".

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