Baúl de la memoria VOLVER

Historias mínimas: La cancha vieja y la vieja que no lo dejaba

Entre las decenas de anécdotas que me dejaron las entrevistas para el libro del centenario del Club Independiente, suelo elegir la que tenía tanto de historia de la Institución como de los usos y costumbres en la sociabilidad de las muchas épocas que marcaron la centuria. Voy a compartir con los lectores un episodio que, por lo mínimo, pinta de cuerpo entero el espíritu de una travesura en el Tandil de los años felices.

La primera cancha de fútbol estuvo ubicada de manera transversal a donde actualmente se encuentra la cancha de hockey. La cancha tenía sus particularidades. Según la leyenda urbana había un cartel sobre uno de los flancos que decía una frase pedagógica en relación a la autoridad dentro del campo de juego: "El árbitro siempre tiene razón aunque se equivoque". Es la cancha que ilustra la fotografía de este artículo, donde se aprecia el vuelo del arquero López Osornio, la tribuna original de tablones y la frondosa arboleda que completa la imagen.

Para llegar al campo de juego los jugadores, desde los vestuarios ubicados prácticamente a la entrada del Club, debían recorrer un largo trecho (se cambiaban en un recinto ubicado sobre un pasillo a metros del Quincho), lo que hacía que el equipo visitante no pudiera evitar el contacto con el público local.

Todavía se recuerda la tarde en que el aguatero Elías "Tuny" Martínez, de 13 años, le arrojó una payana al arquero de la visita, un equipo de Vela, lo que le valió una fuerte crítica por parte del cronista Enrique Jackson del diario Nueva Era. El papá del chico aguatero se enteró del vergonzoso episodio porque era linotipista del vespertino, es decir mientras tipeaba la noticia de Jackson, el cronista que con el tiempo llegaría a trabajar en la redacción de Clarín.

De regreso al hogar, "Tuny" recibió una severa reprimenda de su padre. Martínez, con un dejo de picardía aprendió la lección y se "vengó" a su modo. Usualmente cumplía el papel de alcanza pelotas en los partidos oficiales. En ese momento Don Vicente Equiza (padre del pediatra Cacho Equiza) era el director técnico de fútbol y el club había logrado el auspicio de un comercio del rubro zapatería, "Tony Lapera", que aportaba el atuendo para los alcanza pelotas. Por eso mismo a todos los chicos se los apodaba como "Tony". La línea del lateral de la cancha delimitaba con el arroyo, que estaba unos metros después del alambrado. Y era muy común que la pelota, cuando volaba muy alto superara el alambre y fuera a caer en el agua del arroyo. Aún se recuerda la tarde que "Tony" Tuni Martínez, el hoy periodista, se negó a ir a buscar el balón al arroyo con un argumento que dejó perplejos a todos: "No, yo no voy porque mi mamá no me deja", dijo pícaramente el pequeño, a quien todavía le dolían los coscorrones del padre luego de que el diario Nueva Era donde trabajaba escrachara a su hijo por arrojarle el proyectil de una payana al arquero del equipo visitante.

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