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Todo es Historia: El Hombre-Granada en el Bansud

En la crisis del estallido social de 2001 le tocó romper la ontológica apatía tandilense. Fue Norberto Roglich, un hombre común y corriente, diabético, que de la nada adquirió una rotunda celebridad por imperio de un hecho que lo depositó en la tapa de los grandes diarios del país, de modo que en ese acto la ciudad pasó de la gravedad cero del cacerolazo-tupperware (sin ruido, para no perturbar la sacralizada siesta) al estrellato mediático. Roglich fue una de las víctimas del corralito y su aventura comenzó horas antes del 22 de enero de 2002 al visitar el comercio de rezagos militares de Oscar Musso, lugar a donde se dirigió para comprar la réplica de una granada con la excusa de que habría de utilizarla para la fabricación de un velador. La verdadera historia conmovió a la ciudad y fue una de las noticias más truculentas motivadas por la instauración del corralito. La pluma de la periodista Mariana Carvajal en el matutino porteño Página/12 lo contará de esta manera:

"ME DAN LA PLATA O VOLAMOS TODOS"

"O me dan mi plata o volamos todos", exigió con voz firme pero serena Norberto Roglich, un diabético de 65 años, insulinodependiente, jubilado por invalidez, con una granada en una mano y la mirada fija en el gerente de la sucursal Tandil del Banco Bansud. Bastó que amenazara con sacar la espoleta y que el gerente hiciera un par de llamados a sus superiores, para que Norberto regresara a su chalet, a pocas cuadras, con sus 22.217 dólares en billetes verdes que hasta ese momento estaban atrapados en el corralito en cinco plazos fijos. Ocurrió el lunes, pero el episodio -el más violento que generó hasta ahora la restricción bancaria- se conoció ayer. Tras la denuncia judicial, Norberto fue detenido y quedó con arresto domiciliario, acusado de "extorsión" y "tenencia de arma de guerra", aunque la granada nunca hubiera explotado: era una réplica norteamericana de la Segunda Guerra Mundial que Norberto había comprado para incluir en un velador que estaba armando con una vaina de bronce. Pero la bronca pudo más y prefirió usar el falso explosivo para recuperar lo suyo. A Norberto ya lo había agarrado el Plan Bonex en 1989 -según él mismo declaró en la fiscalía que interviene en el caso- y no podía tolerar que, una vez más, le quitaran sus ahorros. "Fue alocado", se limitó a decir a Página/12, que lo ubicó en su casa, y no quiso hablar más. Aunque la policía intentó recuperar el dinero que Norberto había recuperado, no pudo dar con los billetes. Ahora, sólo él sabe dónde están; en un banco seguro que no.

(...) Tras la denuncia de los empleados bancarios, el fiscal ordenó su detención. El hombre quedó aprendido en la noche del lunes en la seccional 1ª de Tandil y a la mañana siguiente, testimonió ante Echevarría. En el medio, fue trasladado al Hospital Santamarina para que le inyectaran insulina. En su declaración, Norberto reconoció el hecho. Declaró que "estaba harto", que había ido varias veces al banco para recuperar sudinero, que en 1989 lo había agarrado el Plan Bonex -por el cual los plazos fijos de más de 1000 australes fueron canjeados compulsivamente por títulos públicos- y no quería perder nuevamente sus ahorros. El mismo martes por la tarde, el fiscal ordenó el allanamiento de su casa, pero la policía no pudo encontrar ni los dólares ni el explosivo.

Según contó Norberto, la granada la compró alrededor del 10 de enero en el local OPM Chinche, el único de Tandil de venta de rezagos militares, ubicado en Maipú 844. En realidad, era una réplica de la Segunda Guerra y la adquirió para decorar un velador que estaba haciendo con una vaina de bronce y pantalla camuflada. Ese mismo uso le dijo que le daría al explosivo al dueño del negocio, Oscar Musso, quien ratificó la versión ayer en diálogo con Página/12. "Me contó con detalle cómo iba a hacer la lámpara y se llevó dos granadas", recordó Musso, sorprendidísimo por el destino final que había tenido el artefacto. Norberto quedó con prisión domiciliaria, por su enfermedad y su edad, según explicó a este diario el prosecretario de la fiscalía, Darío Sorondo, quien adelantó que el fiscal pedirá su prisión preventiva. Está acusado de "extorsión" y "tenencia de arma de guerra", delitos que se castigan con penas de 5 a 10 años de cárcel y 3 a 6 años, respectivamente. Ayer, el hecho fue tema obligado entre los oyentes de las radios de Tandil. "De cada 10 llamados, nueve y medio se solidarizaron con él y lo apoyaban", contó un periodista de Radio Tandil. Uno, incluso, advirtió que si el hombre quedaba preso organizarían "una pueblada".

El hombre, en efecto, quedó preso aunque en su domicilio. Es obvio que la pueblada nunca habría de suceder y los 22.000 dólares jamás volvieron a aparecer porque Roglich supo enterrarlos en un terreno que sólo él conocía. Página/12 fue el hasta de final de la historia: "Tras 60 días de prisión domiciliaria, le otorgaron la excarcelación bajo ciertas condiciones: su familia asumió el compromiso de su cuidado y debía someterse a un estricto control médico y apoyo psiquiátrico. Inicialmente había sido acusado de "extorsión" y "tenencia de arma de guerra", aunque este último cargo cayó tras comprobarse que la granada era una réplica y no podía provocar más daño que un susto. Al iniciarse el juicio, el pasado marzo, el fiscal pidió una pena de cinco años y dos meses de prisión. El abogado Martín Navarro, defensor de Roglich, solicitó a su vez la absolución de su cliente o bien la recaratulación de la causa como "hurto impropio", con una pena mínima y en suspenso. Como testigos declararon el gerente del banco, varios empleados, el médico personal de Roglich, la psiquiatra encargada del apoyo terapéutico durante el proceso y hasta el hombre que le vendió las réplicas de la granada, a quien Roglich le había explicado en detalle cómo sería su lámpara. El tribunal aceptó en parte los argumentos de la defensa, pero terminó condenando a Roglich por "robo simple" a dos años de prisión en suspenso y tres de tareas en beneficio de la comunidad. Eso hace ahora, en la escuela 501".

Un amigo suyo, que tenía intenciones de que yo hiciera un libro con la historia, me llevó hasta la casa del Hombre-Granada. El policía en el patio era una custodia decorativa, ya estaba asimilado al paisaje y a la cordialidad del anfitrión que de un día para otro había alcanzado la fama. Le dije que no tenía problemas en escribir la historia pero con una condición narrativa imprescindible: necesitaba saber dónde había escondido el dinero. "Sin ese dato no hay historia, es todo lo que los lectores querrán saber", le dije mientras tomábamos unos mates. Tras un largo silencio, Roglich sentenció: "Eso no se lo puedo decir".

Murió años después sin revelar el secreto. A manera de colofón, al tiempo la sucursal del Bansud (hoy Frávega) se retiró de Tandil como parte del derrumbe bancario en dominó que incluyó el cierre del Boston Bank, el Banco Bisel y el Citibank..

Imagen ilustrativ.a

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