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Le cuento a un amigo cierta idea que me viene dando vueltas para referenciar histórica y culturalmente algunos sitios de la ciudad, dirigido a vecinos y turistas. Es decir la narración de la apariencia de lo que vemos, pero sobre todo de lo que no está, la trama que subyace detrás de un lugar, un hecho, un personaje, o una noticia. Citaré algunos tópicos al azar, tal como las trae la memoria o ciertas noticias de la semana.
GYMNOS. Un hombre entra a un lugar -supongamos el gimnasio Gymnos, si es que sigue estando allí sobre calle San Martín- y mientras hace fierros lee en una placa clavada a la pared el siguiente texto: "Usted está cultivando su estado físico en un sitio que entre 1979 y 1982 cobijó las instalaciones del diario 'El País y el Mundo'. Terminó como toda empresa que viene mal, presuntamente prendida fuego para cobrar el seguro". Con impecable lógica capitalista mi amigo pregunta: "Todo genial, ahora ¿dónde está el negocio?". Debo admitir que en ningún lado, pero aun así resulta tentador dejar algunos fragmentos breves de lo que omite la historia oficial.
QUE LA FAMA NO OLVIDE AL BORROSO.
Hace un par de años un acontecimiento deportivo rebotó en Tandil pero a través
de la prensa nacional. En una foto del diario La Nación el director del Colegio San José, José Pasucci, señaló el
lugar donde se sentó el alumno Juan
Martín Del Potro. Se nota que los bancos han cambiado. Ya no es aquel
pupitre robusto de hierro y madera que hace cuarenta años el Borroso Morfini
debió cargar sobre su espalda desde el colegio hasta su casa en Machado y Alem.
Tuvo que repararlo después de dibujarle la forma de una vulva (perdón por la
elegancia) con la impiadosa punta de un compás. Fue, el Borroso Morfini, un
héroe olvidado que concluyó su paso por el colegio el día que se bebió todo el
vino del cáliz de la capilla. El apellido le funcionó siempre como un apodo
debido a la característica que exhibió durante el baby futbol que se jugaba en
el patio del colegio: Morfini deviene de morfón. No soltaba la pelota ni ante
la amenaza del espectro fantasmal del Hermano Francisco, alias El Coquito, un
cura ya extinto reputado por su consecuente maldad.
GOLDEN. Tomo un café en el
Golden. Un tipo se acerca y me dice que le gustó la idea de la señalización
histórico-cultural. "¿Qué pondrías de este lugar?", me pregunta. Se sabe que en
el siglo XIX allí estuvo el Hotel de La Piedra Movediza, y se sabe, aunque sin
muchos detalles, otro dato inquietante. "Aquí
durmió el científico Charles Darwin. Llegó a Tandil en la galera 'La Protegida',
que fue el primer micro tracción a sangre de la empresa Río Paraná de la
familia Morel. Darwin vino a estudiar el insondable origen de las especies,
empezando por el propio tiranosaurio Río Paraná". El tipo se ríe y paga el
café. La idea no será un gran negocio pero el café salió gratis.
EL BANCO Y LOS CHANCHOS. Costó
mucho imaginar que un día quebraría y desde esa mañana en que se fundió el
Banco Comercial de Tandil, todos supimos que nadie podría estar indemne de una
catástrofe económica. Su fachada histórica, protegida por ordenanza municipal,
promete un shopping que hasta no hace tanto parecía una obra imposible aunque
tiene nombre: El Paseo del Banco. Una primera inscripción en la puerta quizá
resuma el devenir de aquel imperio hasta su estadio actual: "Aquí yace el Monumento al Andamio" que
torturó la vida de los vecinos durante un tiempo incontable. En cuanto al banco, se sabe que en su
tiempo de esplendor ayudó a los vecinos con sus emprendimientos, a tal punto
que muchos de ellos tuvieron la ocurrente idea de hacerle un homenaje. Esta
ceremonia, realizada en 1984, despertó una de las humoradas más celebradas por
los vecinos de entonces. La concibió, con la acidez que lo caracterizaba desde
una mesa del Bar Ideal, el gordo Justiniano Reyes Dávila: "Que los clientes del banco le festejen un aniversario al Banco
Comercial, es como si los chanchos le hicieran un homenaje a Cagnoli".
VACUNATORIO. "¿Y acá qué referencia histórica pondrías?", me pregunta una señora
a punto de entrar al Salón de usos Múltiples de la Cámara Empresaria, en Mitre
856m convertida en uno de los vacunatorios que detonó el coronavirus. "Un cartel en el toilette de damas", le
digo, con la siguiente inscripción: "Aquí
hace diez años, para un evento que por entonces se conocía con el nombre de
Cena Show, una pituca de la aristocracia tandileña batió el record de ostentación
de su ropero: se cambió cinco veces de vestido durante la misma fiesta. Al
final ni el marido, que estaba bastante mamado, la reconoció". La mujer
sonríe y me pide el nombre de nuestra estrella lugareña, cuestión que por pudor
narrativa decidimos omitir.
CAJA NÚMERO 1. En el Banco Provincia, en la caja número 1 hace rato que ya no está el espectro grave del cajero ladrón pero su fantasma insepulto aún flota en la desangelada atmósfera bancaria. Allí se podría leer la siguiente inscripción: "En este lugar un hombre se dejó tentar por los demonios del dinero fácil, tiró su honra a los perros, defraudó a sus dos superiores que perdieron el trabajo, y finalmente terminó dándole lo robado al abogado que lo salvó de la cárcel pero no del oprobio".
LA IDEAL DEL OBRERO. Epigrama para melancólicos. "En este lugar -pleno centro de la ciudad- funcionó durante los febriles años de la prosperidad metalúrgica y sus 2000 trabajadores la tienda La Ideal del Obrero. Cerró sus puertas, precisamente, cuando aconteció un tiempo sombrío sin obreros ni ideales, razón por la cual no tuvo más sentido que permaneciera abierta". Según el memorialista Mario Montani, el fundador de la tienda fue Marcos Cohen, a su vez mentor de la Compañía Financiera del Tandil. O sea, el secreto inspirador de Juancho, extinto y controversial empresario que también merecería su propia placa biográfica no autorizada.
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