Artículos VOLVER
Hace exactamente veinte años entré a la Clínica Chacabuco y
en el despacho de quien entonces era su Interventor, Miguel Lunghi, pegado en un
mueble a su espalda, encontré el cartel que acompaña la foto de este artículo.
De la Rúa todavía volaba en el helicóptero, el país se hundía en la tragedia y
el desasosiego, y el tipo que estaba trabajando para rescatar al fundido
Titanic de la salud, le decía con ese mensaje a cada uno de los que entraban a ese despacho que
había que volver a empezar. ¿Empezar qué cosa?
En 2001 yo hacía unos cuatro años que venía escribiendo para
Miguel, en su comunicación institucional desde la presidencia del Círculo
Médico y luego "por dos chirolas con cincuenta" me aclaró al
convocarme, para acompañarlo en la utopía de una Clínica que encontró cerrada,
con su personal en la calle y la quiebra a la vuelta de la esquina. Y para
colmo, el 20 de diciembre de 2001, aconteció lo que faltaba: la renuncia del
presidente, 35 muertos por la represión, el país en llamas y la muerte del
trabajo. Porque si algo realmente faltaba era el trabajo.
¿Qué pasó en Tandil ese día? Poco y nada, en plena confirmación
de que hacía un tiempo ya que habíamos dejado de ser una "ciudad testigo",
es decir que todo lo que ocurría en Tandil se replicaba en el orden nacional.
Ese modelo funcionó en los 80 y parte de los 90 pero con la entrada del nuevo
siglo la ciudad había empezado a cambiar de formato, es decir a definir su
paradigma actual. Cierto es que la renuncia de De la Rúa y -sobre todo- la
imposición del corralito produjo un malestar entre los ahorristas, pero aún
así, tomando en cuenta las protestas en las puertas de los bancos y el desastre
de la economía, Tandil surfeó lo peor de la crisis debido a las características
que ya estaba tomando la ciudad con su economía diversificada y la alianza
táctica que entre las instituciones (la Cámara Empresaria, la Iglesia, el
Municipio y otros cultos) derivó en un sistema de contención para las familias
más necesitadas.
Como bien describió el titular de Nueva Era, la ciudad "a su manera", había registrado la
caída del Presidente. Leamos:
TANDIL, A SU MANERA,
VIVIÓ UN DÍA HISTÓRICO EN LA REPÚBLICA ARGENTINA. "Un espacio de raro festejo
se vivió ayer por la tarde en Tandil a instantes de conocerse la noticia de que
el presidente Fernando de la Rúa había renunciado. Una espontánea
manifestación, que no superó la treintena de personas, comenzó a juntarse en la
Plaza Independencia alrededor de las 18.45 para imitar lo sucedido en Buenos
Aires, donde los porteños salieron con cacerolas y todo lo que hubiese a su
alcance para reclamar. Sin embargo aquí, una ciudad bastante particular, por no
decir fría para realizar este tipo de acto, la trascendencia no fue tal, aunque
los que participaron lo hicieron con sumo sentimiento y convicción, que
conmovió a más de un transeúnte distraído.
Cuando ya se había
comenzado a provocar ruidos y cánticos en contra de Cavallo - ya en ese
entonces renunciante - y De la Rúa, sin olvidarse de Menem y compañía,
estudiantes, universitarios y familias en general, marcharon por las calles
céntricas en provocar el entusiasmo esperado en el resto de la población. Pasadas
las horas se fueron sumando algunos dirigentes de entidades intermedias como
sindicales, que se habían enterado por los medios periodísticos, aunque con el
paso de los minutos la manifestación se fue diluyendo.
Recién cuando se
emplazaron en la esquina de Pinto y Rodríguez fue cuando se dieron por
enterados que también el presidente De la Rúa había renunciado y, a modo de
festejo, en una esquina acostumbrada a celebrar sobre todo triunfos deportivos,
los manifestantes cantaron eufóricos, como si se tratara verdaderamente de un
triunfo. Es que la sensación se repitió a lo largo y ancho del país. El
histórico como escandaloso renunciamiento fue tomado como una victoria por
parte del pueblo que salió a la calle, y Tandil no estuvo ajeno, aunque su
espontánea - a medias - manifestación sucedió un poco tarde.
Así las cosas, Tandil,
a su manera, vivió por televisión y en las calles un día que será muy recordado
en la historia de este alicaído país, aunque el ánimo manifiesto de la gente
deje una imagen de esperanza de que todavía hay esperanza.
Ayer, la manifestación
en Tandil no estuvo a la altura de los acontecimientos, pero resulta válido
aún, dado que no se trata de ver cuántos eran sino el sentimiento que allí
había, que era compartido por prácticamente el conjunto de los tibios
transeúntes que prefirieron mirar de reojo a los manifestantes".
¿Qué dijo el día después el intendente Julio Zanatelli? A
tono con la postal de la apatía castigó por los medios al puñado de vecinos que
había osado permitirse festejar el dantesco final de De la Rúa. El país caía en
picada en medio de la demarcación de precios y crecientes sospechas de
devaluación. Tres postales terroríficas cerraban el año: en la mañana de
Navidad, una mujer de 59 años amenazaba con arrojarse al Lago. La policía lograba
que desista. El 29 de diciembre un hombre de 78 años se arrojaba a las aguas
del Dique, pero era rescatado por vecinos. Y ese mismo día en su casa de Villa
Italia, Zulma Barros, de 31 años, se prendía fuego delante de sus hijos. El 5
de enero moriría en un centro asistencial de Capital por las graves heridas.
Un día como el de hoy, veinte años atrás, a bordo del
Titanic de la Chacabuco al que venía recuperando del naufragio, Miguel Lunghi
colgó el cartel y más de uno de los pocos que lo leímos le preguntamos si no
estaba desvariando. El presidente, un correligionario de cuna y tumba como él,
acababa de dejar el poder en medio del desastre, a tal punto que desde entonces
Argentina no volvió a tener un presidente radical.
-No, no estoy loco para nada -nos dijo Lunghi. Éramos un
puñado los que estábamos en ese despacho.
-¿Y entonces?
Miguel Lunghi entonces tenía 58 años y en su mente no trasladó la hecatombe de De la Rúa a la política y la sociedad del pago chico. Recién entonces supimos la hoja de ruta que había trazado, a pesar del desastre y el peor final para su partido. El insólito cartel en ese día de infortunio estaba preanunciando lo que iba a ocurrir poco menos de dos años después, cuando el pediatra radical caminó los cuarenta y cinco metros que separan a la Chacabuco del sillón de Duffau y contra todos los pronósticos y contra todo el aparato nacional y provincial del peronismo se convirtió en intendente de la ciudad.
APORTA TU PENSAMIENTO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.