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Que las redes sociales han cambiado nuestras vidas, para
bien y para mal, nadie lo niega. Aunque parece no haber estadísticas, hoy son
absoluta minoría los vecinos que viven sin Facebook, Twitter e Instagram, por
nombrar las más rutilantes. Y tal vez, sin ellas, vivan mejor. Hace pocos días
la tandilense María Dis decidió
monetizar su propia red social con la invención de un trabajo que, en el ámbito
del cuentapropismo local, no tiene antecedentes.
Dis, en el sitio de Facebook "Mercado Libre
Tandil" publicó su auto y su propuesta laboral: convertirse en chofer de
las parejas que concurren asiduamente a los albergues transitorios, los tres
recintos con que hoy cuenta la ciudad. Y para ello, hay que decirlo, cometió un
primer error táctico grave, si tenemos en cuenta que los celos son una
patología profunda y quienes lo padecen siempre están a la pesca de los
pequeños o grandes detalles: publicó la fotografía de su automóvil Palio de
color rojo, con el que pretende acercar a los hombres y mujeres a los telos de
la ciudad, quitándole la imprescindible privacidad y anonimato que tales viajes
requieren. O como dijo Lean Quiroga,
un contacto de su red social hablando en criollo: "¡Ahora todos los cornetas parados en el telo para ver si sale el
palio rojo! ¡Se perdió el misterio con la foto del auto!".
Sea como fuere, María Dis sorprendió con su propuesta y a la
vez debió pararle el carro a más de uno, aclarando que ella sólo iba a llevar
los pasajeros al albergue, no prestándose a ninguna otra cuestión periférica al
viaje. Textualmente, el 3 de enero Dis comenzó el posteo poblado de eufóricos
emoticones y con la siguiente leyenda: "¡Y
vamos con propuestas y descuentos! ¿Querés ir a La Morada? ¿LaFinca.? Los
Alerces? Absoluta reserva y discreción!!! Escribime (deja su celular) y
específica la promoción con "súper
descuentos contratando la ida y vuelta" y un dato más del servicio: "Contamos con vidrios súper
polarizados! No te ve nadie".
Por supuesto que no faltaron grageas de humor por parte de
sus contactos y amigos. Claudia Cybulski
Plucinski posteó: "¿El chongo
viene incluído en el servicio o lo tengo que llevar yo?". Por su parte
Yani Veiga filosofó con marcado
optimismo: "Me encantó... la vas a
juntar en pala reina... tramposos y tramposas siempre existieron... ¡éxitos!".
Históricamente, la llegada a los albergues transitorios desde
la zona urbana fue un tema complejo, sobre todo en sus inicios. La lejanía y un
parque automotor reducido complicaban la cuestión, en especial si se emprendía
la aventura de ir y volver en taxi. En los 60 y 70 la tarifa del taxi era muy
onerosa y prácticamente un trabajador podía dejar la quincena en el trayecto.
No faltaron las parejas más entusiastas que emprendían el recorrido de a pie, o
en colectivo (para el caso del demolido Hotel California), y fue pública y
notoria hasta convertirse en una de las joyas del absurdo mágico serrano la
ocasión en que un joven tandilense con su novia se trasladó al albergue
transitorio ¡al volante del colectivito
de la Plaza Independencia! que manejaba por las tardes, uno de los
entretenimientos preferidos de los niños. Una segunda experiencia también
rozando el grotesco fue la concurrencia de una pareja a los Alerces -tal vez el
albergue más antiguo- a bordo del último mateo que tuvo nuestra ciudad,
conducido por don José Arias, que
tenía su parada también en la Plaza Independencia, sobre calle Rodríguez. Por
entonces era común que se contratara al mateo para llevar a los novios que se
casaban hasta la Iglesia, o que los turistas lo hicieran para dar un paseo por
la ciudad, sin embargo casi rozó la extravagancia observar el mítico carro de
Arias cruzando la ciudad hacia la ruta 226 en busca del "lugar del
pecado", terminología que en aquellos se le solía dar a los albergues
transitorios.
Luego el crecimiento del parque automotor y cierto cambio en
la mentalidad -acorde a la transición de pueblo chico a ciudad grande-
naturalizó en cierto modo a los albergues, que ya en los 90 empezaron a ser
nombrados con el neologismo de telo, sufriendo también los embates de la
modernidad y posmodernidad que redujeron la afluencia de clientes, a favor de
que las nuevas generaciones -con padres y madres más relajados en el tema
sexual con sus hijos y sus novias y también poniendo en la balanza el tema de
la seguridad- naturalizaron esta cuestión en sus propias casas, quedando el
albergue transitorio como destinatario directo de aquellos vecinos que lo
frecuentaban ya directamente en el rol de amantes. Es decir, la trampa eterna.
La savia de los telos.
Al target de ese público siempre cautivo y fiel le apuntó la tandilense María Dis, al ofrecerse como chofer de los vecinos hacia los tres hoteles alojamientos que sobreviven en la actualidad. Tal vez lo sepa o no, pero en la cosmovisión del Tandil de los años felices, un poeta sarcástico que frecuentaba el Bar Firpo había reversionado la definición de eternidad, la cual no tenía ningún matiz religioso o metafísico. "La eternidad -decía- es el tiempo que tardás en llegar al telo con tu amante en el auto". Era, claro está, un verdadero calvario.
Si el negocio de María Dis funciona, ese recorrido largo, intrincado, repleto de semáforos, tránsito infernal, lomos de burro, inspectores de tránsito a la caza de infractores, patrulleros, sirenas de ambulancias, moto desbocadas y malhumor intenso, en fin, ese extenso trayecto al volante en dirección a los telos de la posmodernidad, podrá ser vivido tal vez con algo más de relax. Ya se sabe que cuando uno no maneja, el destino, engañosamente, parecer haber cambiado de manos. Estará, claro, en las manos de la chofer de telos María Dis a bordo de su Palio rojo con vidrios polarizados. Que tenga suerte.
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