Hay dos hombres con una cerveza en la mesa del bar, afuera. Uno, que fuma, tiene un aire ensimismado; el otro es enfático, habla con un timbre de tribuna. La pregunta cae entre ambos como un martillazo: "¿Y cuándo te diste cuenta de que la cosa no iba a funcionar?", indaga el fumador ensimismado.
Su amigo respira, como queriendo devorarse el aire del mundo en sus pulmones. Todo en él es elocuencia, énfasis, un himno a la vitalidad. Es evidente que no hablan de negocios, ni de alguna otra cuestión pedestre, como podría ser la política o el fútbol: hablan de algo que no es muy común entre varones en la sintonía de la confidencia, es decir hablan de mujeres. O, más específicamente, de una mujer. Pero mientras uno conserva el medio tono propio del tema, cierto estilo de privacidad, el otro no baja el volumen de su potente gola.
La pregunta está ahí, ha caído sobre la mesa y espera la devolución. ¿Cómo este señor se dio cuenta en una primera cita que el romance no iba caminar?
El tipo, tras meditarlo un rato, responde con una voz gruesa y trastabillante. Dice que en el amor hay que estar atento a las señales que se presentan así, de una.
Y abunda: "Fue la primera noche que salimos a cenar. Pedimos una pizza de rúcula, con jamón crudo y morrones. Estábamos en un lugar muy bonito frente al mar, era una noche preciosa. Charlamos lindo y cuando vino la moza a cobrar, la señorita le dijo en un tono neutro, como pasándole el parte técnico de la pizza, aunque subrayando la carencia: "Muy rica, pero el jamón no lo tenía. Te lo digo para que avises en la cocina."
El ensimismado no sale de su silencio, aplasta el pucho contra la vereda y espera una explicación. El otro se la da: "Ese pequeñísimo detalle, eso, la mina que le dice a la moza lo del jamón crudo inexistente, me hizo ver el futuro, además de que me puso un poco incómodo, porque aunque tenía razón, pues el jamón no estaba, qué sé yo, no fue un buen momento para la camarera. Pero además de eso, o por eso mismo, la imaginé un tiempo después reprochándome que manché la tabla del inodoro o apreté el tubo del dentífrico por la mitad. Ahí supe que no iba a funcionar."
Su amigo, sin ninguna sutileza, le dice que es un pelotudo, que si sigue jodiendo la vejez lo va a encontrar solo como un cóndor en el asilo. "Sí, es muy probable. Pero si la pizza viene sin el jamón crudo me va a seguir importando tres pelotas.", responde el tipo.
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