Pero Beto no dice: es el gobierno, es la inflación, es el tránsito, es la patrona con sus revires, es la obra social que no cubre nada. No. Beto dice un número:

-5300 mangos.

Sus amigos lo miran. No tienen la menor idea de lo que está hablando. O sí, una sola idea: habla de dinero.

-5300 -repite como para sí mismo.

Llega el cortado. Vuelca el sobre de edulcorante en el pocillo, revuelve rápido, como suele hacerlo, en sentido contrario a las agujas del reloj. Toma el primer sorbo y pispea el televisor. Dentro de un rato el bar explotará de gente porque en un televisor pasarán a Boca contra Independiente y en el otro a Racing contra River, pero él ya no estará allí. A Beto, como a varios, no le gusta mucho que le alteren la fisonomía al boliche.

-5300. Recién me entero. ¿Es mucho? ¿Es poco? ¿Es lo normal?

-¿Qué cosa, Beto? -uno de los amigos le pide que apure, que aclare.

-Porque si te ponés a pensar, ¿qué es la guita hoy? Una pompa de jabón, una ilusión. La guita no existe. Cien mangos es nada. Un billete de mil, de los naranjas, ¿cuánto te dura?

-Poco y nada. Vas al mercado del barrio con mil mangos y te traes una bolsita pedorra: manzanas, bananas, algún tomate, limones y pará de contar.

-Pero yo cuento, querido, cuento hasta las monedas, porque está jodido llegar a fin de mes.

-Cierto, cierto.

-Y ahora este gasto que no lo tenía en el presupuesto: 5300 pesos. Algo impensado.

-¿Podés aclararle a tus amigos de qué estás hablando, Beto?

-Bah, impensado no, porque siempre hay algo que pagar, y porque es una excepción. Lo que pasa es que te duele un poco el bolsillo. Acá no la voy a caretear con ustedes, que son mis amigos.

-Depende para qué, Beto... Cinco lucas tampoco es tanta plata, che.

-Tanta no -tercia el que todavía no había soltado una sola palabra-, pero tenés que tenerla. Ahora, si te vas a dar un gusto, ni lo dudes, Beto, ni lo dudes...

-Es una pasión. Ustedes lo saben, ustedes me han apoyado en eso toda la vida. Ustedes dos más que nadie.

Los dos amigos se miran. Beto sorbe hasta la última gota del cortado. Mastica la última mitad de la medialuna y dice:

-Es más, yo no tendría que estar comiendo esta medialuna. Pero bueno, es la última, se los juro. Ahora bien, es cierto que si comparamos con otros gastos, esas cinco lucas son una moneda. Por ejemplo si las comparo con lo que pagamos en casa de Cablevisión.

-Un escándalo, decímelo a mí.

-Pero además, es una vez al año, muchachos. ¿No me puedo dar el lujo de gastarme en mí 5300 pesos una vez al año?

-¡Pero más vale que sí, carajo! -dicen los amigos, casi a coro.

Beto se estira en la silla, se frota las manos y parece saborear lo que se viene. Luego intenta poner las cosas en su justa medida.

-Además, si te ponés a pensar es una guita que duele pero se justifica porque los muchachos de la organización tienen sus gastos: las ambulancias, por si alguien le da un síncope, los seguros, la hidratación, la remera.

Los dos amigos empiezan a entender. Uno de ellos, con aires de profesor de matemática le dice, burlón:

-Dividí 11.111 metros por 5300 pesos y vas a ver cuánto te sale correr la Tandilia por cada metro que vayas dejando los hígados en la prueba más linda del mundo.

Tras la cuenta, el matemático lo alienta con su pensamiento racionalista. Le dice:

-No es caro, Beto, no es caro. Tampoco barato. Es un precio normal, razonable. Porque, ¿cómo medimos el valor de la guita hoy, en este país donde la guita no vale nada?