Artículos VOLVER
La foto que ya tiene la traslación fulminante de lo viral y que sacó un tandilense al rato de que le ganamos a Holanda, perdón a Países Bajos, finalmente llegó no sólo hasta Qatar, sino hasta el celular de uno de los elegidos por Scaloni, el mismísimo "Papu Gómez" que la subió a su Instagram.
Los que saben de fotografía seguramente tendrán muchas más razones y argumentos que yo para elogiar esta foto, ahora reproducida en miles y miles de vistas a través de las redes. Cuando tropecé con ella -me la envió el amigo Juan Salceda- aparecieron tres "secuencias" en primer plano dentro de la fotografía: 1) El deslumbrante cielo que, en mi modesto criterio, impone el clima de la foto. 2) El Hombre-Pájaro de pie sobre el icono que allá por 1909 los futuros dueños del pueblo le iban a hacer saber a la población que el banco iba a tener su emblema, altivo, imponente, sobre la no menos imponente fachada.
Tan imponente para el Tandil de esa época, apenas entrado el siglo XX, que, supusieron, nadie podría llegar hasta allí, y menos, mucho menos, a rozarlo, y menos que menos a pararse arriba del emblema, un círculo que se observa por debajo del friso curvado, ornamental, trabajado con exquisita meticulosidad. Ni al momento que levantaron el edificio -que, de paso, digamos está protegido como un bien histórico aunque sólo haya quedado su cáscara-, ni durante el larguísimo tiempo de imperio y esplendor ni tampoco cuando se fundió -bueno, no quebró: las acciones del Banco Comercial, para no quebrar, se vendieron al simbólico precio de $1 al BCP (Banco Crédito Provincial), según me contó hace años el escribano Marcelo Cifuentes, quien entonces debió dar fe de tan humillante acto para los dueños del imperio derrumbado. Bueno, ni siquiera después de que Jorge Blanco Villegas se hundió hasta el cogote procurando un salvataje imposible, ni cuando del BCP pasó al Mercobank hasta que finalmente cerró y la propiedad fue comprada a un precio muy conveniente por el empresario porteño Luis Armani, ni ahí, ya con el epitafio de la ruina demolida, alguien de nuestra especie había osado poner las patitas ahí arriba, en la cumbre, en el pico más alto del imperio. Y menos, mucho menos, un tipo en cueros abrazado a la bandera argentina que vaya a saber cómo llegó hasta allí. Agallas no le faltaron, inconsciencia tampoco.
Así como nadie desmiente la desmedida belleza de la foto, tampoco faltan aquellos lectores que abrevan en el poco valor que le ha dado a la vida el Hombre-Pájaro y de quienes lo siguieron hasta allí, trepando por ese mayúsculo adefesio que arruinó aún más la derruida fachada del Comercial: el Monumento al Andamio. Infame laberinto de hierro que hace años desparrama vecinos de la mínima vereda hacia la calle, y que nadie puede tocar porque la obra de Armani, con sus idas y vueltas, nunca se detuvo del todo. No muere, como el Comercial; avanza, de a cuentagotas, ahora un tanto más aceleradamente, pero -según parece- con menos pretensiones de las que traía el proyecto original: no habrá cines, parece, en el Paseo del Banco. Ni tampoco, dicen, la cantidad de locales comerciales proyectados en su origen. Pero si la obra al fin concluye una maldición habrá caducado: Tandil tendrá por primera vez un shopping.
La foto, tomada por el tandilense Celiiguzman1 (así se llama su cuenta en Twitter) partió de aquel atardecer demencial (ganábamos 2-0 y nos empataron en la última jugada del partido), que dejó a medio país colgado al borde del infarto; se produjo un rato después cuando los que pudieron salir del marasmo de la adrenalina se dedicaron al festejo en el lugar donde en este pueblo se tributan las grandes y memorables celebraciones futboleras.
Ese día nació el Hombre-Pájaro. En esta nota publicamos la imagen original y corriendo la flecha con un golpe de click una versión en zoom que posteó el periodista Claudio Andiarena con el Hombre-Pájaro en primer plano y lo mismo para ver el posteo del Papu Gómez con la foto. Está claro que nuestro personaje pudo transmutarse en su nueva versión por una cuestión fundamental: es joven. Tan joven que casi no tiene pasado, es decir ninguna memoria del dolor ni de la pérdida; tan joven que casi no sabe lo que es el futuro; tan joven que no conoce, ni de lejos, el rostro de la muerte; tan joven que nunca vio a la selección argentina ganar una Copa del Mundo; tan joven que no tiene la menor idea de la historia del edificio que durante casi un siglo tuvo la patria potestad de los negocios de los vecinos, un banco local que ayudó a mucha gente (eso hay que decirlo) pero que también hizo de ese poder económico una herramienta de control: a quién le prestaba dinero, a quién no, en qué condiciones, etcétera, etcétera).
Nada de todo ese pasado finalmente demolido le importaba al Hombre-Pájaro a la hora en que trepó los andamios, hizo cumbre en el Comercial y se arropó en la bandera argentina, luego la extendió, abrió sus alas celestes y blancas y se quedó parado allí, observando seguramente a la multitud como un dios inesperado. No pudo imaginar en ese momento ni tal vez ahora, como tampoco lo pudo imaginar el vecino que sacó la foto, que esa fotografía iba tomar la velocidad digital supersónica en las redes sociales, y que, un tanto increíblemente, ayer iba a llegar al celular del jugador argentino "Papu" Gómez, quien la subió a su Instagram para poner a la esquina de Pinto y Rodríguez, un vértice local por antonomasia, en la dimensión cosmopolita y mundial que ahora la foto tiene.
Seguramente esta imagen será una de las mejores que nos quedarán de los restos mortales del Banco Comercial antes de que tome la forma definitiva del Paseo del Banco, antes de que los horribles andamios de la vereda sean reemplazados por las escaleras mecánicas, las cúpulas vidriadas, las marcas de productos importados que se instalen en su centro comercial y en el lugar del Hombre-Pájaro colgado del abismo con la bandera argentina, se observe algo así como un cartel de luces led anunciando la entrada al paraíso del consumo. Cuando llegue ese momento el Mundial de Qatar será historia, nuestras vidas seguirán como siempre, Tandil ya habrá llegado a sus doscientos años y el Hombre-Pájaro tendrá colgada en la pared de su cuarto un cuadro del día que trepó hasta lo más alto que pudo, con la invencible insolencia de la juventud, bajo un cielo ocre que fulgura con su belleza inaudita, eternizado en un tiempo que acabamos de vivir.
APORTA TU PENSAMIENTO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.