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Papel contra Tinder

Fue el Tucu que leyendo el diario de garrón en el bar pescó el aviso. Un aviso cuadrado, chico, pero visible, y lo primero que hizo fue tentarse de risa, mientras Roque torcía la cabeza contra la hoja, y entonces sí, después de una pausa breve, los dos se trenzaron como en sus viejas épocas, antes de que los doblegara la amargura de la edad.

Porque la amargura de la edad es también eso: no poder aceptar que un tipo, que está solo, que evidentemente se le hace cuesta arriba (como a mucha gente) conocer a alguien para intentar el milagro del encuentro, se mande así al diario, como el fulano del aviso, en un tiempo donde prácticamente esas publicidades en los diarios de papel no existen más. Se mande al diario, decía, ponga la cara en la recepción y le dicte a la empleada el texto del citado aviso.

-Reconozcamos algo -dice Roque-. Cierta entereza, cierto coraje del fulano.

El Tucu no parece entenderlo. De mi parte advierto lo mismo: hay una dignidad casi borgeana, de guapo malquerido que, sangrando penas de soledad, se atreve a exponerla, a la soledad, a él mismo, frente a una desconocida, la empleada del diario.

-Imaginate la situación nomás. El tipo llega y dice que quiere poner un aviso. Dudo que lo lleve escrito, pero ponele que sí, que lleva el texto ya redactado.

-Sí. Lo imagino.

-La empleada le ofrece los distintos espacios, páginas, opciones, si en blanco y negro o color, etcétera. No sabe lo que el hombre puede gastar. Y el hombre, esto es más que seguro, no tiene la menor idea de la tarifa de los diarios. ¿O vos sabés cuánto sale un aviso? -Roque apura al Tucu con la pregunta.

-No, ni la menor idea.

-Bueno, ahí tenés una segunda cuestión. No es la muerte, pero el tipo no es millonario. Eso se deduce de base. Ningún millonario va al diario a poner un aviso así.

-Cierto. Tienen otros métodos para buscar compañía.

-Perfecto -Roque llama al mozo y pide su lágrima-. Ahora fíjate, observá lo modesto del aviso. Deben ser cinco centímetros por cinco centímetros.

-Un cuadrado.

-Tal cual. Un aviso pobretón. Un aviso que denota que al tipo no le sobra nada. Y que aún así, sin sobrarle nada, va e invierte.

-Lo de invertir suena muy a capitalismo.

-No me jodas. Invierte un dinero para ver si entre las lectoras del diario hay una que esté en su misma situación. Volvé a leer el aviso.

El Tucu lee en voz alta:

-"Busco mujer para RELACION INFORMAL. 40 a 55 años. Tandil-Balcarce-Olavarría- Azul". ¡Debe ser comisionista! ¡Ja ja aja! -dice, y no sabemos si se ríe de los distintos destinos que apunta el tipo o de su propio chiste.

-Pero che, no seas pelotudo. ¡Como si vos fueras el rey del levante! -le dice Roque.

Sin embargo el Tucu, al releer el aviso, parece descubrir una clave secreta, algo que se le había pasado por alto en la primera lectura. Naturalmente, se refiere a las dos palabras por las cuales él, el Tucu, dice tener derecho a tomarse un poco en joda todo este asunto.

-Las palabras que enuncien el concepto de "Relación informal". Esto es lo que no me cierra, muchachos.

Roque me mira y en cierto modo debo aceptar las reservas del Tucu. Buscar una relación informal publicando un aviso en el diario le quita todo eso que en principio parecía revelarse: la soledad existencial del hombre, un abismo en el que andamos varios.

-Por eso me río. Para una cosita informal ese señor debería bajarse Tinder y a otra cosa mariposa -concluye el Tucu.

-Tinder es para pendejos -dice Roque.

-El tipo busca una mujer de 40 a 55. Eso dice el aviso. Es más fácil, barato y discreto con una aplicación de citas, muchachos.

-¿Vos tenés Tinder? -Roque le clava la vista al Tucu como si lo estuviera taladrando, un poco por la sorpresa y otro poco por el desconcierto.

Llega el mozo. Baja los pocillos y consulta si puede llevarse el diario, que de otras mesas se lo demandan. El Tucu dice que no, que no bajó Tinder a su celular porque él es de otra época y sigue prefiriendo el "match" cara a cara. A plata o mierda. Roque se queda pensando en el tipo del aviso del diario, en cómo le habrá ido, en si alguna dama lo habrá llamado. A ojo, finalmente, calcula lo que le salió el tirito vía el diario de papel.

-Como mínimo -dice Roque-, el tipo se gastó de tres a cinco lucas.

El dato no parece importarle a ninguno de los parroquianos de la mesa.

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