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Ciento cincuenta mil

El Tucu invita la rueda de café, contento, con la tapa del diario arriba de la mesa. Era uno de los que sostenía que todo era un verso, dicho en sus palabras. Que eso de que nos íbamos para arriba como "eructo de buzo", también en sus palabras, no tenía gollete. Que a la ciudad, decía, frente a nuestra incredulidad, hay que saber mirarla y recorrerla.

-Somos 150 mil ñatos. Ni uno más ni uno menos -dice.

Roque tiene que bajar la guardia. Yo lo haré en algunos minutos. Tanto espamento y el Tucu tenía razón. Crecer, lo que se dice crecer, no parece que haya sido una locura.

-¡Que va a ser una locura! ¿Cuándo fue el último censo?

-En 2010, acordate. El día que se murió Kirchner.

-Ahí tenés. Bueno, pasaron trece años. ¿Y?

-Éramos 123 mil en 2010. Tampoco es que no crecimos nada -Roque intenta defender la última trinchera-. O sea, tenemos veinticinco mil personas más.

Pero el Tucu paladea su victoria. Nosotros, a ojo de buen cubero, creíamos que para el bicentenario íbamos a andar no pisando los 200 mil, pero cerca.

-Es una buena noticia-dice el Tucu-. Todavía somos una ciudad manejable.

Es difícil rebatirle el argumento. Todo el mundo sabe que hasta la cifra de 200 mil el rango de ciudad intermedia conserva ciertas cuestiones básicas para la calidad de vida: menos inseguridad, menos droga, menos marginalidad, un registro delictivo que no escala a hechos gravísimos.

-Puro espamento -se regodea el Tucu-. Al final tantos edificios, tantas torres, tantos complejos, tantos barrios nuevos, tanto porteño que no deja de venir, tanto country y barrio cerrado, y tantas obras en construcción por donde mires, pero, casi casi seguimos en el mismo punto.

-Eso no. Somos más.

-Veinticinco lucas. ¿Te parece mucho, Roque? No jodas.

-Y entonces, eso de que vos caminás por la calle y no conocés a nadie, ¿qué es? ¿Un espejismo? ¿Te agarró amnesia? ¿Tenés demencia senil?

-No, eso es cierto -concede el Tucu-, pero no conocemos a nadie porque sencillamente lo que hay de nuevo es una generación. ¿Te parece poco?

-Explicate.

El Tucu me mira y yo en cierta medida estoy de acuerdo. Hay, además de la inmigración VIP que sigue llegando, una generación nueva en las calles de la ciudad y próximamente en las urnas: los jóvenes de toda juventud. Veinteañeros de pura cepa.

-Son el 3% del padrón -aclaro-. Y con mayoría absoluta votantes de Milei.

-No mezclemos la política. Quiero decir: no conocemos a nadie porque nosotros, lo dijimos muchas veces, estamos técnica y filosóficamente en el otro siglo, el siglo pasado.

-Roque, te voy a explicar lo que te quiere decir el Tucu: no es que no conocemos a nadie. La mayoría de la gente que conocemos, por una cuestión biológica, se va muriendo.

-Che, no empecés con el bajón...

-Dejame terminar. La mayoría del team 60/80 pirulos está en onda decreciente. Entonces, no es que nosotros no conozcamos a nadie. Está claro que en el cruce callejero perdemos por contraste: es obvio que a los pibes no los conocemos. Que conocemos a nuestros pares de época, por decirlo así. Por efecto del tiempo unas generaciones bajan y otras suben. Aunque seamos los mismos ñatos de siempre, pues bueno, siempre vas a tener esa sensación: la de que caminás por la calle y no reconocés ni una carita.

-Tangueramente se dice así: yo sé que ahora vendrán caras extrañas -el Tucu aporta, como siempre, una digresión tanguera y provinciana.

-Está bien. De todas maneras le concedo al Tucu la victoria: yo pensé que éramos mucho más. Con esto de que Tandil está de moda, creo que perdí el sentido de la realidad.

-También hay otra interesante conclusión -les digo a mis amigos de la mesa de café-. A este ritmo de crecimiento, nosotros no llegaremos a ver la ciudad con doscientas mil almas. Nos moriremos antes.

-¡Gracias a Dios! -dice el Tucu, siempre coherente con su mentalidad conservadora-. Ya así como estamos Tandil es un desquicio. El tránsito, las motos, el estacionamiento. La semana pasada tuve que estacionar el auto y caminar siete cuadras. Llegué transpirando al laburo. Pero bueno, reconozco que si nos comparamos con la Matanza estamos en la gloria.

Nos quedamos un rato en silencio. El mozo baja los pocillos de café. Roque propone un brindis que encierra muchas cosas, de la cual algún día hablaremos más en profundidad: el concepto de insularidad de la civilización del bicentenario.

-¡Para que sigamos siendo una isla!-dice.

Salud, decimos todos. Y a esta altura, la salud es lo único que no se negocia.

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