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Colectivito y memoria

Así son las cosas. Uno busca una foto, da vuelta cielo y tierra para encontrarla, durante semanas, durante meses. Recorre archivos de familia, entrevista personajes que nunca vio, todo lo que se puede hacer para que la fotografía aparezca en el tiempo que demanda hacer un libro. Y la ley, inexorable, siempre se cumple: la foto no aparece.

Luego uno entrega el libro a la imprenta y ya sabe lo que va a ocurrir. Es un presentimiento que dicta la experiencia: de la nada, de la mismísima nada, la fotografía habrá de aparecer, irremediablemente tarde.

Si no lo advirtieron, todavía, es lo que ha pasado con la foto que acompaña este artículo. La del colectivito de la Plaza Independencia. Hay un capítulo del libro Ruedas sobre el empedrado que narra las cuestiones laterales del transporte de pasajeros. Cuestiones de color, de vida cotidiana, esas cosas pretéritas que alguna vez formaron parte de un todo generacional. Por ejemplo, el "Bondi Show", un colectivo en el que Pascual Pina, Jorge Bruno y Gustavo Iturrioz usaron para hacer un espectáculo teatral ambulante por las calles de la ciudad. O, por ejemplo, el colectivito de la plaza del centro. Tenía una anécdota del colectivito un tanto surrealista que me habían contado hace bastante, cuando ni por asomo podía imaginarme que alguna vez, a pedido, iba a escribir un libro sobre la historia del transporte.

La anécdota era muy divertida y -naturalmente- no la contaré aquí. Ya la dejé impresa en el libro que presentaremos el 14 de marzo. Pero claro, me faltaba la foto, aunque el colectivito de la foto no era el colectivito de la historia. Pero eso no importaba. La foto era puramente el testimonio de un tiempo desvanecido: ese momento histórico donde alguna vez todos nosotros, en tanto niños, en tanto infancia, recorrimos la Plaza Independencia en aquel colectivito inolvidable. Es decir, el día que "viajamos" por primera vez.

Ese viaje es un tanto indescriptible, por la sencilla razón de que nos ha quedado muy lejos en el tiempo. Algo así como cincuenta años atrás. ¿Qué es lo que queda de todo aquello? Una memoria frágil alterada en parte por la trampa de la nostalgia (famosamente dijo García Márquez que recordamos lo que creemos haber vivido pero no lo vivido) y en parte por los cambios de costumbres. El colectivito ya no está más. La plaza tal como la conocimos tampoco. No están sus bancos (eran blancos, de madera), no está su fuente (la original); faltan algunas estatuas y un día de la ominosa década del 90 se llevaron el kiosco de doña Estrella Pavioni.

El colectivito forma parte de esas ausencias. Hay en algunas páginas de Ruedas sobre el empedrado un girar de ausencias, pero eso no significa que hayan caído en el pozo del olvido. Ocurre que a veces es difícil encontrarlas. Es como si hubieran perdido el camino de regreso a casa. Entonces la ausencia palidece, se afantasma. Y uno busca y busca, días, semanas, meses, mientras escribe hasta que pone el punto final del relato y entrega el libro. Y el colectivito, más ausente que nunca, parece que jamás encontrará su punto de origen, el lugar donde nació, donde rodó, donde se instaló en la memoria colectiva y donde un día, porque así es la vida, se dejó ir, sin quejas, sin tirarle piedras a la Luna, asumiendo que lo que hoy está, mañana será aire del aire, espuma en el mar.

Así que hace una semana entregué el libro a la imprenta, el libro se imprimió en dos días, y al tercero un hombre que no conozco, el lector Miguel Ángel Prieto, me abrió un privado en mi Facebook y dejó este mensaje: "¡¡Buenas noches!! Viví durante 8 años (1971-1980) en esa hermosa ciudad, de la que tengo infinitos e imborrables recuerdos y también algunos amigos. Por lo que leo somos más o menos de la misma edad (yo 59) entonces, supongo que esta foto te traerá algunos recuerdos... Este "colectivito" que primero fue "Costera Criolla", luego "El Rápido" y finalmente "Río Paraná" era de mi papá y era quien lo manejaba. Anduvo en la plaza del centro entre los años 1971 y 1974/75 aproximadamente.. ¡¡¡Gracias por tan lindos recuerdos!!! Saludos cordiales!!!!".

Y tras la frase apareció lo que tanto había buscado, tarde para el libro pero siempre a tiempo para recordar una vez más la bellísima cita de la escritora Louise Glück: "Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria".

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