VOLVER

La Sole y los boy-scouts

Siempre pasa lo mismo en el bar cuando llega Semana Santa: todo se trastorna. Algunos parroquianos, en un gesto de buena voluntad, ceden su lugar y se guardan hasta el lunes. Para el Tucu y Roque hacer eso significa una derrota, una concesión a sus rituales cotidianos, por lo tanto de ninguna manera van a dejarle la mesa a los turistas que copan la parada.

-Qué semanita -dice el Tucu.

-Movida, movida. ¿Fuiste a ver a la Sole? -pregunta Roque.

Un reflujo de atávico conservadurismo le sube al Tucu desde el fondo de las tripas hasta la garganta.

-No, no. Para mí la Sole, la verdadera Sole, era la que revoleaba el poncho.

-Ya saltó el cavernícola.

-¿Por qué? Son gustos. La vi en la foto con los pantalones tajeados y no la reconocí.

-Cambió el look, che. Los artistas necesitan reinventarse.

-¿Y qué tal el show? Dicen que estuvo mejor Ajenjo -muy de vez en cuando al Tucu le agarra por la ironía.

-Sos jodido, eh... A mí me gustó. Era una fiesta al aire libre, querido. No estábamos en el Colón.

-¿Tanta gente había?

-Sí, un montonazo.

-Igual, todavía no se pudo superar el hito...Y ya pasaron veinte años casi.

-¿De qué hablas?

-De la inauguración del chorro del Dique. Sesenta mil personas hubo el día de la inauguración.

-¿Tanto?

-¿Qué? -se extraña Roque-. ¿No te acordás? Si vos fuiste, che. Sesenta mil vecinos rodeamos el charco para ver como un chorro salía para arriba desde el centro del lago. Podríamos decir que fue "El día del Bidet". Los libros de historia van a hablar de eso, eh, acordate.

El Tucu mira a su amigo y llama al mozo. El bar está colapsado de turistas y peregrinos. Se ha quedado pensando en ese dato que Roque tiró, sin duda, con una mezcla de humorada y rencor. En el fondo, nunca se puede bancar la invasión de Semana Santa y por algún lado hace catarsis.

-¿Vos sabés cuánta plata le queda a Tandil después de esta milonga? -Roque pide una lágrima y el diario para leer de ojito.

-Ya sé, ya sé. No me salgas con la misma cantinela.

-Entonces fumate a los turistas, a los peregrinos, a los feligreses y al que vio luz y entró. Dejá de joder, viví y dejá vivir.

El Tucu mira hacia la calle y por la peatonal bipolar ve acercarse muy disciplinadamente una patrulla de boy-scouts. Sonríe. Los boy-scouts entran de a uno y van ocupando las mesas que el mozo empezó a juntar apenas los vio llegar. Los dos amigos han quedado momentáneamente perdidos en sus pensamientos. De golpe, el Tucu mira a su amigo y le pide que se acerque, como si fuera a contarle una confidencia:

-Esto me recuerda un día inolvidable en el Bar Ideal, una mañana de 1977, cuando el Gordo Reyes Dávila estaba cafeteando con el escritor Pontaut y de golpe entró un grupo de boy-scouts. Eran como veinte pendejos de Morón. El Gordo se paró y con esa voz gruesa y sonora que tenía se dirigió a los pibes y les dijo una frase que pasó a la historia: "Muchachos, acá estamos nosotros para darles la bienvenida. Y recuerden siempre que un boy-scout es un niño vestido de boludo conducido por un verdadero boludo vestido de niño".

-¡Noooo! ¿Y qué pasó!

-Que casi lo matan. ¿Qué iba a pasar? Tuvo que salir rajando antes de que lo lincharan. Salió como una tromba por la puerta del costado, la de calle Rodríguez, y la convirtió en puerta giratoria de la velocidad con que la cruzó. Desde ese día la puerta llevó su nombre.

-¿Ves? -dice Roque-. Eso extraño de aquel pueblito. La picardía, los personajes coloridos, el humor. Si hasta los turistas eran más cordiales. En fin, ¿invitás el café?

APORTA TU PENSAMIENTO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Últimas noticias

Artículos

Zapatos

28/04/2021

leer mas

Historias

"Bon o Bon", a pedido

08/05/2021

leer mas