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El tercer intento

Con algo así como treinta y pico años de atraso la Usina Popular y Municipal irá por un negocio donde a mediados de los 80 contribuyó con el aporte de su logística para que una empresa local pusiera un pie en la televisión por cable y sus dueños se hicieran literalmente millonarios.

La empresa se llamó, como todo el mundo sabe, Cerrovisión, y al detentar la posición dominante fue una de las más detestadas por los vecinos. Cerrovisión luego fue comprada por Cablevisión, un tumor doble -internet y cable- que padecemos en el bolsillo desde hace más de diez años. Conté varias veces cómo nació Cerrovisión: por un chisme ridículo y la concepción integrista y conservadora del cura párroco Leonel Mosse, el sucesor de Luis J. Actis. El rumor que le llegó al entonces párroco del Santísimo Sacramento era que el Banco Comercial iba a entrar en el negocio de la televisión por cable (que en verdad era algo descabellado pues debía convencer a los vecinos en pagar para mirar televisión), y que como gancho de ese negocio aún en ciernes se iban a proyectar por las noches "películas de contenido poco moral", o sea películas porno. Mosse, horrorizado, convocó a un grupo de empresarios locales muy ligados a la curia al monasterio de Azul. Ahí, en ese sitio tan espiritual, nació Cablevisión pues esos empresarios que de televisión no sabían nada decidieron ganarle de mano al Banco Comercial.

Ese rumor no tenía ni pies ni cabeza, tal como me lo contó el propio Jorge Christensen en su casa, cuando lo entrevisté para un libro que estaba haciendo hace una década: un registro de la vida cotidiana de Tandil desde sus orígenes. Pero así fueron las cosas y así nació Cablevisión, en 1985, con cuatro canales, un variopinto directorio y una proyección financiera que nadie en verdad calculó: la televisión por cable fue el mejor negocio de los 90, porque además contaba con la posición hegemónica en el mercado y el favor de la Usina, que le prestó la estructura del alumbrado público, con un contrato muy conveniente para el flamante cableoperador tandilense. Esta cuestión debe medirse con la óptica localista de antaño: las grandes empresas de Tandil eran solidarias y jugaban a favor de aquellos emprendimientos locales que buscaban hacer pie en los tiempos más difíciles que siempre son los primeros.

Cablevisión creció en la misma proporción con que empezó a ser detestada por los vecinos, imposibles de salirse de un esquema de clientela cautiva, aunque -mirando ese desarrollo con perspectiva histórica- hubo dos intentos para, al menos, buscar compartir un lugar en el mercado.

El primero, el más célebre de todos, nació en una mesa del Bar Ideal. También conté esta historia porque su génesis -y lo que pasó después- modificó para siempre el equilibrio que reinó durante décadas entre el diario Nueva Era y El Eco. Nueva Era (es decir la familia Filippini-Cabral), en sociedad con el dirigente deportivo Lucho Mestelán y dos hermanos de familia terrateniente, crearon Tevesol. Una suerte de Cablevisión pero por aire. La inversión fue de un millón de dólares y el negocio derivó en un rotundo fracaso que condenó al vespertino. Así, El Eco llegó primero a la tecnología color, a principios de 2000, y años después viró hacia el multimedios. Nueva Era jamás pudo recuperarse del golpe y transitó una larga agonía hasta el cierre.

El segundo intento fue de naturaleza foránea. Algún lector tal vez recuerde la voz de Fernando Bravo en los contestadores de los teléfonos fijos comunicándole a los vecinos la buena nueva: estaba llegando un flamante canal de cable para que los rehenes de Cerrovisión tuvieran una oportunidad de salir de la esclavitud. El fracaso fue aún más estruendoso que el de Tevesol, tanto que prácticamente ni el nombre de fantasía de la empresa se recuerda sin consultar al archivo: se llamó VCC.

Lo que siguió es historia reciente. Cerrovisión vendió la empresa a Cablevisión y así la televisión por cable más internet quedó en manos foráneas (como tantas otras cosas en este tiempo están cambiando de manos: la cancha de golf y el club house de Parasuco, el predio del Tandil Auto Club, etc. Un cambio de manos y de amos, tal la sutil apreciación que me hizo el psicoanalista lacaniano Ángel Orbea. Lo que mutó con Cablevisión es que el cliente se quedó sin el rostro local de la empresa: al otro lado del escritorio no hay ningún conocido a quién reclamarle nada. Como mucho nos queda hablarle a una máquina. Y ya sabemos de sobra cómo actúa Flow (con su demoledora conjunción del cable más internet) en los bolsillos de sus clientes. Precios siderales, señales codificadas a discreción, películas repetidas hasta el infinito, aumentos galopantes en el abono y la peor de las derrotas: ya no está Vaqueriza, Rocha o Arana o alguno de los empresarios que conformaban el directorio de aquella empresa que por lo menos tenía un rostro visible, aunque sea para la queja.

Llamativamente, la Usina jamás intentó ir por ese negocio. Probó en falso con telefonía celular y luego creó Usicom, hasta que hace unos días lanzó la novedad: se viene una nueva unidad de negocios para la empresa más importante de la ciudad, al menos desde su densidad histórica y su excepcionalidad de origen: un híbrido entre los sectores público y privado que tal vez, por eso mismo, resistió todos los embates de la economía del país en los últimos ochenta años. En el directorio de la Usina hay que negociar todo para que las cosas avancen. Usittel, es el nombre de fantasía, resultado de una alianza estratégica de la Usina con Ittel. Promete internet y televisión por fibra óptica. Sale a la cancha con una gran ventaja: la náusea que inspira Flow y la logística propia que le permitirá competir contra el gigante desde una posición que tiene sus ventajas en el territorio.

La pregunta del millón todavía no tiene respuesta. ¿Usittel será la nueva cara infame de Cerrovisión o, con cierta empatía hacia los vecinos, teniendo en cuenta el antiguo espíritu de aquella Usina popular y municipal, dará un servicio de calidad con una tarifa acorde democráticamente al bolsillo de los tandilenses? Buena parte de su progresión depende de esta actitud, la cual se libra entre las tensiones propias donde conviven la política con los negocios y donde se advierte la carnadura ideológica de los dirigentes políticos en su más alto nivel y crudeza, es decir para quién juegan el partido: si para la vecindad o para los accionistas privados de la empresa y su ocasional socio. Juan Nigro hubo uno solo, pero de vez en cuando viene bien recordar aquella idea progresista de 1936 donde un vecino era igual a una acción y nadie valía más que nadie, leiv motiv con que nació la Sociedad de Economía Mixta.

El tercer intento está en marcha con la llegada, en principio, a 5500 hogares. Veremos cómo se escribe esta historia.

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