Promociones VOLVER

Derrotados

El Tucu se revuelve en la silla, molesto, y su vozarrón de caverna se levanta por el aire y penetra en los oídos de los parroquianos del bar, sacándolos del tedio y del frío que traen de afuera en estos días de invierno.

-¡Ya no tenemos el salame más largo del mundo! -dice.

Roque, que no tiene la menor idea de lo que está hablando su amigo, lo observa extrañado, como pidiéndole que amplíe, que de más explicaciones, a la hora de notificar semejante noticia.

Lo que ha dicho, lo que acaba de decir y todavía resuena, latente, en el aire, como esas primicias que no se dejan creer a primera mano, como cuando alguien llega y anuncia que murió fulano de tal y es tanta la sorpresa que hay como un espacio en blanco, un limbo hecho de silencio y perplejidad, y la atmósfera del bar permanece así, en puntos suspensivos, a la espera de que el Tucu demuestre con datos concretos y creíbles lo que acaba de decir.

-Sí, señor. Se terminó nuestro récord.

-¿Quiénes? ¿Cómo? -Roque interroga, pero no parece conmovido con la noticia.

-En San Andrés de Giles, un pueblo que no sé muy bien dónde queda -la falta de mundo del Tucu es conocida: sólo una vez atravesó la rotonda de la Base Aérea para ir más allá de nuestras fronteras.

La noticia lentamente empieza a ser digerida entre los parroquianos del bar.

-Bueno, ahí, en ese pueblo o ciudad con nombre de santo se realizó la "Fiesta del Salame más largo de la Argentina". La organizó "Cachinados La Vasquita", de la familia Maretta...

-Que deben ser los Cagnoli de San Andrés de Giles -infiere Roque.

-No lo sé, eso ya me supera. "Chacinados La Vasquita" se llama la empresa.

-¿Y entonces?

-Nos derrotaron. ¡Pelaron un salame de 230,77 metros de largo! Lo atestiguó un escribano de apellido increíble: Segurola.

-Vos me estás jodiendo.

-Te digo que no. Segurola se llama el notario. Y luego la prensa nos ninguneó, nos sobró con la noticia. En algunos portales escribieron que "Se superó ampliamente la marca de otra ciudad bonaerense que ostentó el primer lugar por unos meses". Ni siquiera nos nombraron. Turros.

-Y es verdad. El último salame nuestro midió 183,40 metros.

-Quedamos muy lejos -dice el Tucu que parece severamente alarmado. Su cara denota una mezcla rara de preocupación y tristeza, como si le hubieran anunciado, allá por 1912, que se había caído la Piedra Movediza.

-Bueno, era hora -dice, sorpresivo, Roque.

-¡Ya saltó el contrera! -del cerebro del Tucu ha salido una expresión inesperada, uno de los primeros términos con que se identificó a una persona antiperonista. Pero al Tucu la política ni le va ni le viene, con lo cual le ha dado a esa palabra un significado más ecuménico: la del tipo que se opone a todo, incluso, dice, a lo que significa un auténtico orgullo de pueblo, de identidad y, casi, de hazaña, haber podido elaborar un salame de casi dos cuadras de largo.

-No soy contrera, querido. Simplemente creo que la etapa del salame más largo del mundo está agotada, ¿y sabés por qué? Porque la fórmula básica resultará infinita. Siempre, con un poco más de trabajo, se podrá doblegar esa marca, nosotros o cualquier pueblo que quiera hacerlo, hasta convertir una idea original en un verdadero tedio. Además detrás del salame en sí hay una evidente resonancia fálica...

-¿Fálica...? -al Tucu las cejas se le enarcan como dos curvas cerradas y en bajada.

-Sí, fálica. Sabés de lo que hablo.

-Explicate.

Desde su mesa, el Bocha, pasador de quiniela con treinta años de antigüedad, dispara con su léxico llano:

-¡Ya no la tenemos más larga, Tucu! ¡Eso!

Esa brutal interrupción del diálogo entre los amigos cae como una bomba, como si en verdad, con la derrota del larguísimo salame tandilero ante su contrincante de San Andrés de Giles, se hubiera lastimado algo más profundo: la virilidad serrana a partir de su símbolo de identidad por excelencia: el salame.

-Ahora sólo somos un salame derrotado -dice, irónico, Roque y llama al mozo y pide su lágrima en jarrito.

El Tucu emerge lentamente del abismo mental donde parece haber quedado la fatídica noticia, y pregunta con total naturalidad, a su amigo y a los presentes del bar, con el vozarrón menguado por una angustia pedestre, localista, provinciana, vulgarizada en un dato coloquial (¿se moverá el eje de la Tierra porque perdimos la gracia de tener el salame más largo del mundo?), pregunta, el Tucu, como quien acaba de despedirse de un finado, a la salida del velorio, en la puerta de la pompa fúnebre, pregunta a todos y a nadie a la vez:

-¿Y ahora qué hacemos?

APORTA TU PENSAMIENTO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Últimas noticias

Artículos

Zapatos

28/04/2021

leer mas

Historias

"Bon o Bon", a pedido

08/05/2021

leer mas