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El Taca Gastronómico

Si uno mira la historia local de la gastronomía moderna -por decirlo desde los 70 hasta acá- a las franquicias multinacionales de hamburguesas y afines no les fue bien. Nunca. O casi, y ese "casi" tiene que ver con "Mostaza", con la diferencia es que, según dicen, se trata de una cadena argentina de comida rápida. Pero tampoco le fue fácil instalarse, hasta que por fin logró conquistar un lugar y un mercado.

Pero, mirando el retrovisor, ahora que flota en el aire el rumor de que finalmente McDonald's pondrá un pie en el valle de la tandilidad, uno supone que los nuevos colonizadores habrán hecho un estudio de mercado. Como hoy la gastronomía lugareña es la estrella que más titila en la industria del turismo, tal vez esta gente ahora crea que ya no existe lo que antes, hace 40 años, consideraba un escollo insalvable: la escasa masa crítica de consumidores tandilenses. La teoría dice que McDonald's no funciona en ciudades por debajo de los 200/300 mil habitantes. Tal vez esos 50 mil de mínima que nos faltan, se repare con lo que ya sabemos: el carisma de la tierra prometida donde (casi) todo lo que brilla es oro. O enchapado en ídem.

Comida rápida es un eufemismo del Taca Gastronómico: chatarra rica, pero chatarra al fin, aunque su especificidad sea la de desarmadero y las chatarrerías de Salvi y Ramil representen las genuinidad del rubro. Chatarra aplicada donde no duele en lo inmediato, o en apariencia: a la calamidad de niños obesos que se ven por el mundo (y especialmente por el Primer Mundo). Pero volvamos a nuestro ombligo.

Acá va una prueba para los memoriosos. El primer intento de comida rápida funcionó en la esquina de la ex tienda Gathy Chávez, la ex confitería Jony's y ahora un simple Rapipago: Pinto y 9 de Julio. Y contra todo lo que uno puede imaginar, la experiencia no vino de afuera. Quien quiso imponer el negocio fue un comerciante de acá tomando una idea de allá. Ese "allá" era algo que había visto o le habían contado. Imaginó una suerte de McDonald's local y lo primero que eligió fue el nombre y el lugar.

El experimento se llamó "Quickly", básicamente rápido en inglés. Lo rápido fue, en concreto, la forma con que se fundió. Y la abundante fortuna que gastó, aunque el tiempo le daría revancha en la gastronomía y hoy el tipo tiene bares, pizzerías y afines.

Quicky derrumbó un mito, ese que enuncia que los tipos que son millonarios y pegan todos los negocios son invencibles. Como si un aura de invulnerabilidad rodeara su billetera. Pues no. Quickly también sirvió de alimento a esa cuestión de la complejidad que tiene Tandil para los empresarios, pero sumó un rasgo de incertidumbre: no sólo la ciudad es notoriamente difícil para el empresario foráneo; también suele presentar las mismas dificultades en la piel de los propios.

Desde entonces las escasas franquicias de comida chatarra o sus versiones criollas, con sus matices, no pasaron el filtro del paladar lugareño. La última prueba de algo más o menos parecido ocurrió en el local de una bicicletería de leyenda: lo de Piva. Allí se emplazó una franquicia de la cadena norteamericana Subway, conocida a nivel mundial en el mercado del fast food, una de las 150 que tiene en Argentina. Cerró sin pena ni gloria hace algo así como un año y ni siquiera funcionó el atractivo que Subway les ofreció a los consumidores: la posibilidad de crear sus sándwiches a medida, seleccionando la variedad de panes recién horneados, carnes, vegetales y salsas que más les guste, todo hecho en el momento y a la vista.

Otro mito viene naciendo desde que el Monumento al Andamio comenzó a prefigurar, por fin, el rostro del Paseo del Banco en Pinto y Rodríguez: el mito de que estar más o menos físicamente cerca del shopping -o dentro de él- contiene la fórmula del éxito. Entre el marketing y el pensamiento mágico a veces se producen estas simetrías.

¿Vendrá Míster McDonald's? Tal como están las cosas en la prosperidad del terruño, ya no sería una novedad, sobre todo si tenemos en cuenta que Míster Fideicomiso "Faro Verde", un ente invisible cuya huella dactilar empezó en el Hotel Mulen y no sabemos dónde terminará, pues ya compró la mitad del imperio de Nicola Parasuco (la falda del cerro, el Club House y la cancha de golf), el Hotel Amaiké y -si la cosa no termina en la Justicia, por debilidad de papeles- el predio del Tandil Auto Club.

Conocedor de la primicia McDonald's aun en desarrollo, un gastronómico amigo que conoce a fondo nuestro territorio, apelando al inolvidable dicho del patético general borracho, la parafraseó con una sonrisa: "Si quieren venir, que vengan. Les presentaremos batalla". Habrá más novedades para este boletín.

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