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Belleza y violencia estética

Basta leer los posteos en las redes sociales y las notas de opinión y todo lo que anda dando vueltas en el ágora mediático para percibir la tristeza que produjo la muerte de Silvina Luna.

En todos los medios, a la hora del título, se le agregó el número, un dato tan importante como la muerte misma: 43 años.

Después podemos detenernos en eso que los medios ya tienen preparado cuando la muerte es una probabilidad muy concreta que se viene anunciando en cada parte médico: no sólo el texto en sí, la noticia, o el obituario, sino, en el caso de la modelo, la galería de fotos. Las imágenes de una vida que se rompió en plena juventud, acechada por esa otra pandemia silenciosa y terrible: la dictadura de la estética.

Si uno observa esa vida en fotos, la progresión de las imágenes -en dos décadas de exposición pública, como las que vivió Silvina- expresa un colofón obvio pero no siempre atendido: la verdadera belleza, o la más bella de las bellezas, anidó no sólo cuando era joven y entró a la casa infernal de Gran Hermano, a sus veinte años, sino más concretamente cuando la Fama no la había tocado.

Esa belleza al natural de la muchacha rosarina que no se llevaba muy bien con sus padres y se mudó a Buenos Aires en busca de lo que iba a empezar a encontrar dentro de los muros horrendos de esa casa, vino con ella, nació con ella, era una belleza ontológica, por así decir. ¿Y entonces qué pasó, podría preguntarse uno? Si la belleza era ella en sí misma, ¿para qué más?

Una respuesta es porque así se lo impuso el canon estético. Y porque tuvo la infinita mala suerte de caer en manos de un carnicero. Pero antes de Aníbal Lotocki, que un tanto inexplicablemente sigue libre, está la máquina monstruosa de la belleza vacía. Cada engranaje de esa máquina se mueve al compás del tumor epocal: el sistema que disciplina un estereotipo de belleza donde, además, hay muchos cómplices, entre ellos los medios. Violencia estética y mala praxis, para empezar.

Leo esto de Esther Pineda, escritora y doctora en Ciencias Sociales: "A otras les ha impedido acceder a puestos de trabajo; y ni hablar de las que han perdido la vida por la realización de procedimientos y cirugías estéticas". Pineda escribió un libro que se titula "Bellas para morir", un título que parece hecho a medida de esta tragedia.

Entre las muchas, muchísimas cosas que detesto de este tiempo, de la era del vacío o de la modernidad líquida, para ponerlo en términos de Zygmunt Bauman, está el Inframundo Tinelli. La casta de la farándula egoica, el machismo infame, la suma de la cosificación, la burla cruel hacia el más débil, la banalidad como emblema con sus personajes patéticos, todo eso que Tinelli expresa a través de la televisión. Hay que prepararse en estas horas para resistir sin arcadas el simulacro del luto, como el que acabo de ver replicado por miles en Twitter: el ojo de Gran Hermano soltando una lágrima por Telefé.

Todo eso será parte de lo mismo. Las otras muertes que le tocará vivir a Silvina Luna.

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