Historias VOLVER

La estrella que cayó del cielo

Lo crucé en la cola del cajero. Era un hombre cercano a los 80 años. No lo conocía pero él sabía que yo escribía historias. Me dijo: "Una noche a mi mujer y a mí nos cayó una estrella desde el cielo". No entendí qué quiso decirme pero le seguí la corriente. Entonces en el medio de su relato comprendí que me estaba contando una historia que a su vez ya me había sido referida diez años en una mesa de la parrilla Al Ver Verás.

La resumo así: una madrugada de carnaval de 1974 tres adolescentes arriba de un Fiat 128 color naranja vagaban por la ciudad.

Eran la cuatro de la mañana y en el piso del coche había un balde con agua y un globo, el último globo que les había quedado por tirar, sin embargo ya no había ningún ser vivo en la calle.

De golpe, vieron una casa sencilla de dos plantas. Uno de los tres muchachos bajó y observó que la ventana del piso superior estaba abierta de par en par. La brisa leve de aquel febrero abrasador había llevado a que los moradores de la vivienda durmieran a cielo abierto con el resplandor de la luna en el crepúsculo.

El tirador se paró sobre el cordón y midió la distancia. Tenía que hacer la ejecución de abajo hacia arriba, como si fuera un doble en el básquet. Entonces apuntó y tiró. El globo cobró altura, luego bajó y entró limpito por el medio del marco de la ventana. Un segundo después cayó como una granada de agua sobre la cama matrimonial donde un metalúrgico en calzoncillos y su esposa en camisón dormían plácidamente.

El globo reventó entre los dos. Tras la confusión y el pánico, empapados, el metalúrgico se asomó a la ventana y vio al coche de esos atorrantes en fuga. Despertó a todo el barrio con sus vibrantes insultos mientras la señora cambiaba las sábanas. Cincuenta años después en la cola del cajero, este hombre me dijo: "Fue el globazo más traicionero que recibí en mi vida, y mi mujer todavía cree que estaba soñando y le cayó una estrella del cielo".

Jamás le fue revelado a nuestro vecino quién había sido el autor del último globazo: nunca supo que en aquel Fiat 128 iban tres adolescentes del Colegio San José que tenían toda la vida por delante: uno iba a ser médico, el otro arquitecto y el otro abogado. Dos de ellos, tempranamente, ya son estrellas en el cielo, ausencias que todavía nos duelen. Pero el tirador del globo aún está vivo para contarlo.

Fuente: Historias al paso II, Elías El Hage.

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