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Generala doble, nostalgias al cuadrado

Colmado de nostalgia, hinchado de felicidad, todavía con las babas de la melancolía colgando como trapos viejos de la boca, así, entró el Tucu al bar.

-Ya me imagino de dónde venís -le dijo Roque.

Es un deber aclarar que hacía rato que el Tucu no tenía una alegría como la del domingo. O mejor dicho dos, y casi dos alegrías en simultáneo.

-Doble. Generala doble -dijo, riendo, y pidió su cortado a la vez que fue a la galería de fotos de su celular y empezó a mostrar una imagen a los parroquianos que se quisieran acercar a la mesa.

Lo de doble tenía que ver, obviamente, con el fútbol y el automovilismo. Su River le había ganado a Boca en la Bombonera y algo así como cuarenta años después, él, el Tucu, había vuelto a pegarse una vuelta por el ex circuito semipermanente.

-El Nürburgring argentino -dijo, satisfecho, de que su mente hubiera encontrado aquel parangón tan de moda cuando el semipermanente de nuestra ciudad convocaba a multitudes detrás de la pasión del Turismo Carretera.

-Los vi otra vez -dijo el Tucu.

-¿A quiénes?

-A las máquinas, querido, a los coches. Qué preciosura, por Dios.

-Disculpame pero no viste lo mismo.

-¿Cómo qué no?

-No, no son esos autos, ni son aquellos pilotos ni el semipermanente es el semipermanente. Es algo por demás obvio lo que te estoy diciendo.

-Ya saltó el negativo. TN, todo negativo, eso te tendrían que decir a vos.

-Realismo puro -Roque pispeó el celular del Tucu y vio la imagen de los autos de carrera y detrás un muro de hormigón derruido por el tiempo, el muro donde hace cincuenta años estaban los boxes del circuito.

-Fijate la Naranja Mecánica. El auto del Pincho Castellano -dijo el Tucu al borde de las lágrimas.

-Una réplica, un símil -corrigió Roque.

-Estás muy equivocado, eso es lo que te mata a vos, te mata... ¿cómo explicarte para que no te ofendas?

-No me voy a ofender, decí tranquilo nomás.

-No tenés vuelo, Roque. Yo vengo feliz, con el corazón lleno vengo, después de haber entrado en el túnel del tiempo. Feliz, con ese ruido que vos jamás vas a interpretar, porque no es ruido, es música, la música de los motores del Turismo Carretera. Feliz vengo a contarles a los muchachos que volví ver pasar, parado a la vera de la ruta, al Dodge del Pincho, al Forcito de Johnny De Benedictis y vos...

-¿Yo qué? Vos viste un espejismo, una ilusión óptica. Arriba de esas maquetas, ponele...

-¡No les digas maquetas! ¡No seas patético! Son los coches del glorioso TC...

-Bueno... al volante de esos coches de carrera iba tu ilusión, Tucu...

-¿Cómo que mi ilusión?

-Claro, tu ilusión súper sport, para usar una metáfora tanguera. Tu ilusión de creer que el tiempo había puesto marcha atrás, que el semipermanente es lo que fue alguna vez y lo que nunca más será. Ahora, mal que te pese, Don Bosco es un circuito turístico, el epicentro del turismo, colmado de casas, de hoteles, de complejos de cabañas, de comercios y, lógicamente también, de turistas. No hay más hinchas del TC en la Ese de Don Bosco, ni en el cruce del Gallo ni en la Curva de Marchini. ¿Vos entendés que el tiempo pasó? ¿Que lo que viste este domingo fue una recreación, una ficción sentimental, una juntada de amigos de los fierros, una excusa para un momento de felicidad?

El Tucu miró a su amigo del bar con un severo desdén, terminó de tomar el cortado y se despachó con una salida imprevista pero muy en línea con su mortífera pasión para el lugar común.

-Sí, ¿y qué? Si la felicidad es un momento, querido. Un momentito que se pasa volando. Como la vida misma.

Fotografía Facebook Locos por los fierros.

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