Si algo realmente no pensaba hasta hace unos pocos meses era no sólo que iba a terminar votándote, sino que además, frente al espanto que tenemos enfrente, iba a dedicar algunos momentos del día a hacer eso que se llama micromilitancia: intentar convencer, uno por uno, a cada uno de los votantes del esperpento de la motosierra con que me cruzo para que entren en razones y cambien su voto.

No ha sido fácil por varias razones, entre ellas porque tu trayectoria mucho no ayuda. Fuiste y volviste tantas veces, más tu origen político (la Ucedé), más tus promesas incumplidas, en fin, no voy a venir a poner el dedo en la herida justo ahora que se está jugando para el país algo más importante que tus subidas y bajadas.

Sí debo reconocer que no sólo sos un profesional de la política, tal vez el más preparado, al menos del gobierno, sino un muy hábil prestidigitador, sacando conejos de la galera durante el debate y dejándolo en ridículo al esperpento, es decir exponiéndolo en su muy rudimentario amateurismo.

Ahora bien, te escribo estas líneas para decirte que te voy a votar. Vos pensarás quién es este gil de goma que desde esa ciudad bonaerense se toma el trabajo de hacerme una carta, y qué carajo me puede importar lo que diga este nabo. Pues sí, es cierto, soy un nabo. Pero, en un balotaje, un nabo es igual a un voto. Y quiero explicarte que voy votarte no a vos en sí, no a tu figura, no a tu trayectoria, ni a tu formidable ambición de poder, tanto que me haces acordar a Frank Underwood, el político de la serie "House of Cards". No lo tomes como un halago, sino como un juicio de valor: este país, el nuestro, solo respeta a los Underwood, a los políticos fríos, pragmáticos, despiadados, con vena de caudillo, que conocen cada centímetro cúbico del Estado y del poder. Que saben apretar las clavijas cuando hay que apretarlas. Y eso sos vos, Massa. Y eso, en mi criterio, es lo que define esta elección: ¿votamos a un profesional despiadado que conoce el complejo arte de gobernar o a un desquiciado ignorante de ultraderecha? En mi caso votaré contra el desquiciado ignorante y antidemocrático.

Entonces acá tenés mi voto. Porque además, el asunto ya no es Milei, un pobre infeliz que si llega a presidente podrá durar seis meses antes de volar por el aire. El problema es su socia, la más inteligente y perversa, no sólo ya negacionista sino reivindicadora de los genocidas, con Videla a la cabeza. Por eso te voy a votar, Massa, porque detrás del esperpento está la bestia agazapada, después de 40 años de democracia. Está todo lo que detesto y todo lo que no quiero. Es decir que también votaré por verdad, memoria y justicia, la santísima trinidad ideológica de mucha gente, entre la que me incluyo.

Ahora bien, para ir terminando, te aclaro que mi voto no es un cheque en blanco. Vos dirás: ¿y qué me importa un checonato de este nadie de las sierras? Nada, seguramente no te importa nada, pero lo que quiero decirte es que si ganás el balotaje, al otro día -sí, al otro día- voy a estar esperando el cumplimiento de cada una de las promesas que hiciste, por lo cual no dudaré un segundo en oponerme si llegás a faltar a tu palabra, que bastante devaluada ya está.

Sin amor, sin pasión, con terror a lo que está enfrente, sin alegría y con muy poca esperanza, te votaré el domingo.

Espero, Sergio Tomás, que si ganás merezcas el lugar que vas a ocupar. Y te merezcas el voto de miles y miles de argentinos que entramos al cuarto oscuro con poca ilusión y unas gotas de hepatalgina en el estómago.

Atentamente.

Elías El Hage

Escribidor