Artículos VOLVER

El octógono de McDonald's

Un amigo lector, que sabe mucho del tema de demoliciones, me dice por privado esto que transcribo textual para los lectores, respecto a la demolición del Templo de la Iglesia Evangélica Luterana:

"Hola Elías, ¿te diste cuenta, que lo tiraron como mierda al río con una máquina? ¡Ni siquiera le sacaron lo recuperable! Eso se llama demoler de una manera tan desleal a la historia, sin ni siquiera haber recuperado nada de nada y justo hacerla un día lluvioso y con las avenidas cortadas, como que no había escapatoria que tenga otro final. Pero bueno, nada que hacer, nada que decir, el edificio no tuvo posibilidad de defensa alguna, porque donde manda don dinero no se puede hacer nada de nada".

Ahora bien, estamos de acuerdo y ya se ha escrito mucho sobre todo esto. Y es un tema bastante recurrente en esta página, razón por la cual siempre caemos en una conclusión más o menos irrefutable: seguimos llegando tarde. En un todo de acuerdo respecto a que hay formas y formas para demoler -aunque ya la demolición de por sí es un acto sin retorno, sin solución-, lo que algunos llaman como la ley del progreso se funda, al menos en este rincón del mundo, en construir lo nuevo sobre lo viejo. Si en tal cuestión reside la dinámica de la historia, vale el pataleo que no cambia el resultado.

Ahora bien, dos cuestiones para aclarar. La primera, es que el inmueble del templo de la Iglesia Luterana, que hacía rato no cumplía esa función (lo último que hubo ahí fue un centro cultural alquilado por el Municipio), no era una propiedad protegida como patrimonio histórico. No está en el listado de los bienes protegidos y nunca nadie pidió que tuviera esa categoría.

Lo segundo es que esa construcción de Santamarina al 800 tenía un dueño que era la propia Congregación El Buen Pastor de la Iglesia Evangélica Luterana Unida. Desde el punto de vista edilicio y arquitectónico lo más llamativo (y también su principal atributo) era su forma de octógono, lo cual le daba al lugar una acústica privilegiada. También en el predio hay un inmueble donde aparentemente vivía el pastor, al que la topadora se lo está llevando puesto.

Lo cierto es que no hay mucho para hacer cuando los dueños de una propiedad privada deciden venderla. Porque está claro que mientras los que intentan preservar estas construcciones de larga data y memoria, y manifiestan su desconsuelo frente a tan intempestiva y cruda demolición, los otros, los que son dueños de la propiedad hacen un formidable negocio, pues como cualquiera sabe ese pedazo de tierra en ese lugar y dentro de la burbuja inmobiliaria imperante vale lo que se llama una pequeña fortuna.

La Congregación tenía, además y curiosamente, dos ofertas para una misma operación. La primera de un grupo inversor foráneo; la segunda de Arcos Dorados, un grupo empresarial que tiene la franquicia de McDonald's. Aparentemente el viejo mito de que la famosa cadena de hamburguesas aterrizará en la ciudad, esta vez estaría a punto de concretarse. Lo curioso es que las dos partes que pujaron para comprar la propiedad dicen representar a la misma franquicia.

Nos guste o no, lo querramos o no, estemos de acuerdo o no, hace rato que se cumplió aquella frase que cierta vez dijo el ex presidente de la Cámara Empresaria, Ing. Patricio Fernández: los entrañables días "en que Tandil era nuestro". Eso no existe más, y tal aseveración está lejos de configurar un juicio de valor. Forma parte de la realidad.

La topadora es el tiempo, la topadora es el futuro que se nos vino encima, la topadora es la ciudad que se transforma y lo que se puede y no se puede hacer para evitarla. En este caso, como en algunos otros, ya es demasiado tarde para lágrimas.

APORTA TU PENSAMIENTO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Últimas noticias

Artículos

Zapatos

28/04/2021

leer mas

Historias

"Bon o Bon", a pedido

08/05/2021

leer mas