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Ilusiones

¿Y entonces qué? ¿Cómo se explica esto? Esto le preguntó un tipo a otro parado entre los surtidores del Automóvil Club, en Belgrano y Rodríguez. La charla se dio de noche, en el casi amanecer, mientras el playero les cargaba el tanque. La pregunta tenía un sentido: a las 5.45 de la mañana había empezado a formarse la fila de los vecinos que querían sacarse una foto con la Copa del Mundo ganada en Qatar.

Y no, no se explica. Es el efecto prodigioso de las ilusiones. Sobre todo en estos días donde lo que menos hay y lo que más necesitamos son eso, ilusiones, algo que nos saque aunque sea por un rato del marasmo infernal de la realidad argentina. Por eso después, un par de horas después y durante todo el día después -es decir todo el día del sábado hasta las diez de la noche inclusive- miles de tandilenses (algunos ya estiman en 20 mil) fueron protagonistas de un ritual literalmente inolvidable.

La Copa de Messi, la Copa de la Scalonetta, la que más se hizo desear, tanto se hizo desear que más de una generación de argentinos desconocía qué significa ganar un Mundial de fútbol, estaba entre nosotros. No fue por azar, claro. Algo de la legendaria muñeca política de Lucho Mestelán, el gran dirigente que otrora pisó fuerte en la AFA de Julio Grondona, se reencarnó en el actual presidente de la Liga Tandilense de Fútbol, Miguel Cenoz, quien trabajó la visita de la Copa a través de una fluida relación con Chiqui Tapia. Por algo se explica que Tandil haya sido uno de los tres destinos del país en que fue expuesta la Copa más linda y más deseada.

Una multitud policlasista, como no podía ser de otra manera tratándose de fútbol, convirtió ayer a la explanada del Palacio Municipal y todo el perímetro de la Plaza Independencia en un escenario local acorde a ese término que ya nadie discute: el corazón de la Aldea Global. En instantes lo que se estaba viendo en torno a la plaza empezó a viralizarse en las redes.

Madres, padres, niños, jóvenes, viejos, hicieron un promedio de tres horas de espera hasta poder llegar a la Copa. ¿Qué los llevó hasta allí? La memoria de la felicidad. Aquel 18 de diciembre de 2022 parece más vivo que nunca, uno de esos pocos días de la historia contemporánea donde todos nos abrazamos con todos, y todavía late entre nosotros el eco de aquella alegría que dio libros, películas, una canción que quedó para siempre y ese día ya fijado en la memoria colectiva como en una postal. Muchos de los vecinos que ayer se pararon frente a la Copa y la miraron, con emoción, con júbilo, con perplejidad, estaban viendo algo más que un trofeo estéticamente precioso. Estaban viendo, como en un juego de espejos, sus propias historias. Estaban viendo todo lo que les había costado llegar hasta allí: las penurias, los tropiezos, los fracasos, las derrotas. No en vano podríamos decir que esas horas de marcha lenta hacia la Copa entre las vallas fue un derrotero, tal como lo expresa el sentido de la palabra: un rumbo, un camino, un recorrido al que se llegó sufriendo y gozando, en el terrible subibaja emocional que nos plantea el fútbol, que no es la patria pero casi, que no está en juego la Nación, pero casi, porque son los colores los que mandan las órdenes al corazón, y esos dos colores, al fin, parece ser una de las poquísimas cosas que nos contienen a todos.

Así como nunca Tandil había vivido una jornada igual (lejísimo y vacía de gente y de expectativa quedó la visita de la Copa del Mundo del 78), es probable que también, en tanto acontecimiento histórico, no volvamos a ver algo parecido. Hemos tenido mucha suerte. A esos días como el de ayer, el escritor Alejandro Dolina los cobijó bajo el concepto de los días donde se viven las alegrías verdaderas. Los que no entienden eso y dejaron entrever su azoramiento ante el tamaño de la multitud para sacarse una foto con Copa, los racionalistas de los que también tanto habló Dolina, no saben lo que se perdieron.

Nos quedan muy pocas y escasísimas ilusiones para seguir creyendo o, sin más, para vivir un momento (¡un momento, uno solo!) que nos haga un guiño al alma. Las tres Copas expuestas pero sobre todo la Copa de Messi, la que ahora ya está en camino de regreso a la AFA, fue eso. Un pase de magia, un acto de ilusión. El pequeño y genial ilusionista de la pelota también estuvo ayer con nosotros. Todos sabíamos que mirar la Copa de cerquita era mirarlo a él.

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