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La Piedra inmerecida

Abajo, donde hoy estacionan los autos, había una cancha de bochas. Aquel 29 de febrero de 1912, a las 17,15 horas, dos tipos estaban jugando su partida cuando escucharon el ruido desde lo más alto. Escucharon eso que -tal vez míticamente- señalaron los contemporáneos a la Piedra Movediza y que hoy cuenta la tradición oral: que el estruendo de la caída se había sentido en todo Tandil. Entonces, frente a semejante calamidad, ¿qué hicieron estos dos ñatos? Siguieron jugando a las bochas, como si nada hubiera pasado. De esa ajenidad ontológica parece que estamos hechos.

Hay una anécdota, tal vez apócrifa. Dicen que una de las dos veces que vino Borges a Tandil lo llevaron a pasear por la ciudad. Ya estaba ciego, pero eso, como lo hizo saber muchas veces y en cada rincón del mundo que visitó, no le impedía "ver" a su modo el paisaje, los colores, la textura. Miraba borgeanamente las cosas. Sabía de la Piedra lo que cualquier forastero: que estaba hecha de una belleza insondable, era una especie de milagro geológico de 500 toneladas oscilando sobre un punto de apoyo de menos de 1 metro de diámetro; se movía veinte por veces por hora y era tan imperceptible la oscilación que requería de la prueba de la botella. La hermosura de la Piedra, dicen, puso en boca de Borges algo que parece una perturbadora inquisición: "¿Y si no merecían tanta belleza?".

En 1912 el pueblo estaba hundido en el valle y como no había una sola edificación de altura, los testimonios aseguran que bastaba con que los vecinos treparan a los techos de las casas para poder atisbarla en lo alto del cerro.

Como tuve la suerte de escribir un libro, un retrato biográfico de la Piedra, aprendí, investigando, a refutar los mitos fáciles que otros repiten como si fueran verdades automáticas, romantizando ideológicamente lo ocurrido (que la volaron los picapedreros en venganza contra la policía), es decir torciendo la verdad fáctica de la historia: no la tiró abajo un explosivo, no fue un atentado de los anarquistas, no se cayó porque sí ni por causas naturales (tampoco se suicidó por hastío a los turistas y a los grafitis, que era la hipótesis metafísica que alguna vez contó Aníbal Tuculet). Su caída había sido predicha diez años atrás por el científico Eduardo Holmberg, que registró el talón de Aquiles de la Piedra: un vértice donde el rayo que pegó en 1848 le había arrancado un trozo de granito. Tocar esa zona herida de la Piedra, carente de masa, era saber que si alguien quería empujarla al vacío, adrede o de manera involuntaria, lo podría hacer sin mayores dificultades. Tras el derrumbe, Holmberg lo explicó al detalle en la revista porteña Caras y Caretas. La Piedra cayó porque tres o más personas empezaron a moverla desde ese extremo, desde esa herida, tal como la foto perteneciente al Archivo Histórico de la Nación, una de las imágenes que acompaña esta nota lo ilustra (una foto anticipatoria pues predijo fotográficamente la caída), y por efecto péndulo, el de las propias oscilaciones, la Piedra se les terminó yendo al fondo del breve abismo. Otro fenómeno, el de la resonancia mecánica ocurrido ese día, fue explicado a partir de un estudio desde la física y la matemática que realizaron integrantes del Núcleo de Investigación en Educación en Ciencia y Tecnología -NIECyT- NACT de la Facultad de Ciencias Exactas, dirigido por la Dra. Rita Otero, la Dra. María Pía Gazzola, la Dra. Carolina Llanos y el Dr. Marcelo Arlego.

No hubo ni habrá crimen más idiota contra la naturaleza, al menos en nuestro lugar en el mundo. Una mujer vio todo en directo, como involuntaria testigo del hecho, la esposa del dueño de la cantera La Movediza, Domingo Conti. Se llamaba Celestina Stipcovic y estaba en el segundo piso de la casa de piedra de la cantera cambiando los pañales a su bebé, de cara a la ventana que daba a la Piedra, cuando escuchó el ruido y la polvareda que produjo la roca al impactar rompiéndose en tres pedazos. Hubo cómplices: para empezar la total desaprensión por parte del Municipio en el cuidado de la maravilla, que ya había sido bastardamente vandalizada.

Durante noventa y cinco años los tandilenses no aprendimos a vivir sin la Piedra. Hay un cuento de Jorge Dipi Di Paola ("Caballo sin titán") que habla de eso, de no poder duelar la pérdida mientras miles de turistas, felizmente "estafados", seguían subiendo el cerro a sabiendas de que una vez en la cumbre se iban a encontrar con la nada misma.

Y hubo una maldición, como bien lo contó el escritor Osvaldo Soriano: la que cayó sobre los intendentes que quisieron o reponer la Piedra original o colocar una réplica. Todos se murieron mientras gobernaban o fueron derrocados. Hasta que el 17 de mayo de 2007 Miguel Lunghi cerró el ciclo de qué hacer sin la Piedra, cómo vivir sin ella, coronando la réplica de la Movediza, rodeado del presidente Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández.

Toda esta historia empezó un día como hoy, el 29 de febrero de 1912, en el final de una larga siesta, en una tarde apacible, sin brisa, cuando la Piedra a manos de un puñado de brutos aburridos dejó de mecerse en su cuna milenaria, tragedia impar que no perturbó en absoluto el partido de bochas que al pie del cerro estaban jugando los dos tandilenses del comienzo de esta nota. El libro donde quedó anotado con precisión el horario que cayó la Piedra no registra si ganaron las lisas o las rayadas. Apenas se conoció la noticia otro temblor sucedió al fundante e irreparable: el temblor de su ausencia, algo que sigue ocurriendo hasta el día de hoy.

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