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El olivo como metáfora

Cada año en Semana Santa, vaya a saber por qué los feligreses y turistas (no sé si cabe la distinción, pero bueno, ya está) mientras suben hacia el Monte Calvario -o bajan- van derechito, como dirigidos por una fuerza hipnótica, hacia el pequeño olivo de Adriana y Flor (las chicas de Lo de Antón) y, literalmente, lo despluman.

Ha sido tal el saqueo, para un árbol que todavía está cobrando vigor y altura, en plena edad de desarrollo, por decirlo así, que las dueñas de la casona de la torre blanca, cuya historia ya fue contada alguna vez, debieron tomar una medida extrema: protegerlo.

Si el lector afina la mirada en la foto que ilustra este artículo, observará que el pequeño olivo ha sido envuelto, al menos en la parte más frágil, la que está a la mano de los saqueadores, con una tela blanca, mientras la ciudad se prepara pare recibir a la muchedumbre. Según han hecho saber desde el sector alojamiento, no quedará un sola cabaña sin ocupar, en sintonía con los tiempos de otrora donde la Semana Santa era un feriado clave, cuando el turismo no había roto su karma de origen: la estacionalidad.

Ahora todo es distinto. Si bien es cierto que enero fue malo y febrero empezó una lenta recuperación, los signos de que el turismo ha vuelto a su ciclo de prosperidad sin techo son visibles: tal vez con otra frecuencia y dinámica la actividad comenzó a recuperarse demostrando su invencibilidad de base: lo que no pudo la pandemia del coronavirus parece que tampoco podrá Milei, y así el turismo está otra vez en carrera.

Volviendo al olivo de Lo de Antón, una pregunta no ha podido ser respondida: habiendo tantos árboles de olivo sobre Monseñor de Andrea, camino a la cruz donde yace el hombre torturado, ¿por qué los centenares de turistas la emprenden solamente contra él?

En la cultura judeocristiana pocos árboles tienen tanta significación como el olivo. Bajo esos árboles en, precisamente, el Monte de los Olivos, lloró amargamente Jesús cuando entrevió la destrucción de Israel. Es el lugar donde además rezaba Jesús y donde fue arrestado; aún a pesar de tan funesta simbología (el arresto precedió al asesinato), su figura es mencionada recurrentemente como un símbolo de paz. Y cuando se ubica al olivo en el interior de una casa, el mito o la creencia dice que su presencia es como un talismán que asegura la paz interior, la prosperidad y la íntima conexión con la naturaleza. Otras fuentes le confieren poderes sanadores: observan que la hoja de olivo reduce la presión arterial y que su fruta propicia una defensa contra bacterias y hongos.

Más allá de estas cuestiones, el olivo de Flor y Adriana también funciona como metáfora en términos de cuidado y preservación frente a los saqueadores del afuera; la ciudad también debe ser protegida de aquellos que desde fuera y desde adentro, a través de sus negocios inmobiliarios, le están borrando las huellas de su pasado y el signo de su identidad geológica. La destrucción del patrimonio histórico y el avance genocida de las construcciones sobre las sierras (fenómeno in crescendo desde que se prohibió la explotación de las canteras dentro de la Poligonal) resulta el talón de Aquiles de nuestro pequeño pero pujante olivo serrano. Habrá que hacer algo al respecto ya que rezar, para el caso, no servirá de mucho.

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