Historias VOLVER

El Ideal, Mestelán y Corona

El dirigente deportivo Luis Alberto "Lucho" Mestelán fue un faro luminoso para el Bar Ideal. De carácter árido y corazón tierno, el hombre no dejó descendencia dirigencial y llegó a ocupar en la AFA cargos impensados para un hombre del interior. Fue muy amigo del último dictador de América Latina, Julio Grondona, y dedicó su vida al fútbol y al fervor de la amistad.

Su mesa estaba ubicada en la vecindad del quiosco de Vitullo, próxima a los baños que, dicho sea de paso, también constituyeron su propia mitología: ganaron desapacible fama (en razón a un defecto de estrechez en las cañerías) por el perturbador olor a cloaca que a su turno los ocasionales propietarios jamás pudieron erradicar. Entrar al baño del Ideal era un ejercicio de resistencia aeróbica: muchos parroquianos llenaban sus pulmones de aire antes de encarar para los mingitorios y procedían al desagote urinario sin respirar, ni parpadear, a sabiendas de que si lo hacían un vaho indómito y fétido los iba a inducir a la náusea.

Mestelán se sentaba en un extremo de la mesa y tenía un tic que no lo dejaba tranquilo: comenzaba a hacer tamborilear su pierna de manera incesante, desde el mocasín hacia el muslo, hasta que el periodista Julio Varela, habitué de la mesa, le pegaba el grito que lo arrancaba del trance: "¡Lucho, dejá de tocar el bandoneón!". Mestelán, según las fuentes, lo quiso como un hijo a Varela, y discutió con él como suelen discutir, en efecto, padres e hijos.

Con amor y con furia. Varela fue otra de las presencias arraigadas en el Ideal y desde muy joven cumplió con un ritual infrecuente: se hacía la rata para leer. La rutina comprendía una visita a la vieja librería del salón parroquial de Antonino Pelletero donde compraba un libro que leía durante horas en una mesa del Ideal.

En torno a la mesa de Lucho solían sentarse Luís Russiani, Anselmo Núñez, (que era presidente del Club Figueroa), el rematador y cantor de tangos José Angelillo, el Gordo Juárez, que cantaba en el coro, el Flaco Lacovich, el Toto Barrionuevo (que era presidente de Ferro), el árbitro de fútbol y bancario Mario Tagarro, Alberto Arozarena, Marcelo Castro, Richard Zarini, Perico Arenas y el entonces director del diario Nueva Era, Aníbal Filipini, que Mestelán había logrado sacar de la selecta confitería del Club Hípico para llevarlo al ámbito popular y mágico del Ideal.

Los parroquianos de esa mesa quedaron estupefactos la mañana que entró al bar, muy orondo y a los gritos, el cómico Jorge Corona. Iba a actuar esa noche en Tandil y, tal como era previsible, hizo lo que su personalidad desenfrenada le dictó apenas puso un pie en el boliche: a viva voz, mirando a la mesa de Lucho, contó un chiste. Fue un chiste malo que despertó algunas risas piadosas entre los parroquianos de la mesa, salvo en Mestelán, quien permaneció inmutable mientras Corona lo miraba de arriba abajo. Pero lo inesperado, lo que iría a dejar a toda la mesa en estado de perplejidad y sin saber qué carajo decir, ocurrió segundos después, cuando el cómico, molesto por la indiferencia de Lucho, lo encaró y le dijo:

-¿No te gustó el chiste, gordito? ¡Y claro! ¡Con esa cara de trolo que tenés...!

Fuente: Memorias del Bar Ideal (Tandil, 2005), Elías El Hage.

APORTA TU PENSAMIENTO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Últimas noticias

Artículos

Zapatos

28/04/2021

leer mas

Historias

"Bon o Bon", a pedido

08/05/2021

leer mas