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Titanes sin Martín

A mediados de los 80 recién empezaban con su empresita de sonido a la que habían bautizado con sus apellidos: "Crespi-Ríos Sonido". Enseguida les cayó del cielo un espectáculo impactante, profesional, un éxito arrollador fundado en 1962: llegaban pero ya en el ocaso de su carrera los legendarios Titanes en el Ring para actuar en el Club Santamarina.

Aunque el creador del éxito, Martín Karadagián, estaba retirado y afectado por una diabetes, por lo cual no formaba parte del espectáculo, el dúo sintió que era la gran oportunidad para el despegue. Ante un gimnasio repleto hicieron un sonido memorable frente al delirio del público que tenía ante sí a aquellos gladiadores míticos de la televisión.

Cuando terminó el espectáculo, Crespi bajó a los camarines para cobrar el servicio. Y ahí empezó el calvario: primero lo derivaron con Pepino El Payaso, que era el tesorero, después con el Indio Comanche, luego con El Caballero Rojo, después con Tufic Memet, y así los fueron gambeteando hasta que vieron por calle Yrigoyen que el colectivo de los Titanes se estaba yendo sin pagarles el sonido.

Entonces al Negro Ríos se le ocurrió la idea: era un trasnochador como pocos. Salía de pasar música en lso boliches y se demoraba hablando con los taxistas, y cuando yo no tenía con quién hablar se iba a la comisaría a charlar con el policía de guardia, y allí lo conocían porque les reparaba sus instrumentos de electrónica. Y eso lo salvó: Ríos llamó al comisario y el comisario de la primera llamó al puesto de la Caminera, pero el colectivo ya había pasado por la ruta 226. Entonces la caminera de Tandil informó a la Caminera de Olavarría, próximo punto de gira (y fuga) de los Titanes y allí el micro fue interceptado.

Con Ríos al volante de su Peugeot 504 y Crespi a su lado, llegaron hasta el puesto policial que estaba a pocos kilómetros de Olavarría y en la banquina avistaron el colectivo custodiado. La troupe que inventó Karadagian era en ese momento una veterana legión de luchadores en retirada que hacían las últimas monedas con un espectáculo oxidado por el tiempo.

Aún con el vendaje de su atuendo de batalla, Juan Manuel Figueroa, la Momia Blanca, bajó del micro. Luego abrió un portafolio y pagó el costo del sonido billete por billete. Incluyó también el costo de la nafta del viaje.

"Lo que más me duele es que yo de pibe siempre hinchaba por usted", le dijo el Negro Ríos, y el nudo en la garganta lo acompañó en su regreso a Tandil.


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