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Noche del 77

Dice que él lo vio al Flaco en vivo y en directo. Una vez, dice. Una vez, cree, y el dato parece haber ido a buscarlo al último rincón de las capas geológicas de su cerebro.

Dice que fue en el 77 cuando la selección nacional que conducía hacia la primera estrella pasó por el pueblo.

Dice, pero no parece seguro, no parece tener la absoluta convicción, que esa noche el Flaco estaba en el banco, que el partido se jugó en el Estadio San Martín. Dice que sí, pero no aporta detalles o bien porque no se fijó, o bien porque los sonidos de la memoria que ahora golpean las paredes de su cráneo eligieron, selectivamente, otros recuerdos. Dice una obviedad: que lo vio con su estampa inalterable, alto, flaco, espigado, fumando, sin dar una sola indicación a sus jugadores.

Dice que esa noche la selección de la primera estrella jugó contra un rejuntado, dice, pero se corrige al toque, un equipo de jugadores del terruño armado precisamente para enfrentarse a la escuadra albiceleste.

Dice que el puntero izquierdo Ortiz le pegó un flor de baile a alguien que no se acuerda. Pero, dice, tal vez no fue un baile: en aquellos tiempos el fútbol tenía códigos y el marcador de punta (¿era Solimanto, piensa?) no iba a colgarlo a Ortiz del alambrado, por más que el tipo lo pasara como un avión por la raya.

Dice que de quien se acuerda perfectamente es del Pato Fillol. Qué arquero majestuoso, dice.

Dice que el Cabezón Méndez tendría desde esa noche y para siempre algo que contarle a sus nietos: el gol que le hizo a Fillol. Pescó una pelota en el área, casi abajo del arco, se estiró (tanto se estiró que se desgarró) y la metió adentro.

Dice que la selección local, obviamente, perdió con la selección mayor.

Dice que él todavía puede verlo allí, al Flaco, esa noche del 77, bajo las luces algo amarillentas, algo opacas, algo trémulas del Estadio. Dice que lo vio o, tal vez, que cree que lo vio, porque en ese momento, dice, las estrellas eran los jugadores. Y eso es algo que el Flaco siempre defendió, la dignidad de los jugadores. Pero también dice lo que el Flaco decía al final de cada charla que les daba a los aspirantes a entrenadores. "Les guste o no, directa o indirectamente, uno en cualquier actividad, plantea un estilo de vida o una sociedad en la cual le gustaría vivir."

Dice que esa cuestión, la del estilo, que tanto se relaciona con el arte, con la literatura (buscar la propia voz, construir un estilo, defender una tradición), es el legado del Flaco.

Dice que al final del partido lo vio levantarse del banco, caminar hacia el túnel, lento, y perderse en el hueco de la noche. Dice que el juego más lindo del mundo suele darte estas muecas irónicas: que el Estudiantes (de Bilardo) salga campeón el domingo que se muere Menotti. Dice que venir a morirse un domingo era lo que tenía que pasar para un tipo que fue fútbol y domingo, o sea la misma cuestión. La misma y para siempre.

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