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Historias mínimas: Humo

Ese chiste del tipo que dice que va a comprar cigarrillos y no vuelve más. Ese chiste, gastado, viejo, casi un cliché del que se pianta sin dar explicaciones, nunca termina. Y no es, precisamente, un chiste, pero cierta jerga del humor popular ácido lo ubicó ahí.

Como el humo, dice Miriam, como una voluta del humo del cigarrillo con que me había acostumbrado a convivir, dice, así se fue. Habla de un hombre que no nombra. Todavía, tanto tiempo después, la huella de la decepción le surca la cara.

Me habían dicho, dice, que tuviera cuidado con los camioneros, que son mujeriegos de nacimiento. (Y mientras lo dice pienso que el camión remite a la imagen de movimiento, de algo que nunca está del todo quieto, de algo, precisamente, que arranca y se va).

Dice que lo conoció en la sala de espera del médico. El tipo, simpático, tiró un chiste de camioneros. En la sala había cuatro personas. El chiste entró como por un tubo, ella también.

Lo que siguió fue un noviazgo de un par de años. Un lindo noviazgo, dice Miriam. Cenas, un par de viajes, algunas charlas, algunas risas. De modo que lo que pasó la tomó desprevenida, por sorpresa. Cualquiera tiene el derecho de irse, dice, pero al menos debe decir dos cosas: una, que se va; la otra, por qué se va. No hubo ni la primera ni la segunda. Dijo, textual, que se había quedado sin puchos, que volvía en un rato. Y no apareció más.

Cuenta que en ese tiempo no había celulares. Todavía la gente llamaba al teléfono fijo, aparato que se había convertido en un recurso imprescindible de las novelas de la tele. Las telenovelas de Migré. Nunca la llamó.

Tres años después, un domingo -el peor día para la depre- ella se había servido los ravioles cuando sonó el timbre. Antes de abrir la puerta sintió que el olor del cigarrillo se filtraba por el ojo de la cerradura.

"Se me rompió el camión", le dijo al otro lado de la puerta. También se le cayó de la boca un perdón algo tardío. Dice que no dijo nada, que esperó a que se disipara el tufo de los Parliament que él fumaba para volver a la mesa donde la estaba esperando su plato de ravioles.

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