Historias VOLVER
-¿Y qué se siente?
En el bar, Roque, sin ánimo de recargar las tintas, honestamente, le ha hecho esta pregunta al Tucu, apenas se enteró de la noticia.
Por fin la tele ha cedido la pulsión monotemática de la cadena nacional: ya pasó el caso Loan, pasó el fraude de Maduro, pasó el fajador Fernández, y ahora la gran bestia mediática espera que ocurra otra truculencia para producir su efecto totalizante: la inmovilidad del espectador. El bar tiene un televisor que nadie mira con atención, salvo cuando hay fútbol. El Tucu ha escuchado la pregunta de su amigo y sigue algo atónito, algo ausente, como afantasmado.
-Se siente... -dice y se queda ahí, en el amague.
El mozo, en estos días donde ruge el invierno y su descarnada crudeza tiene a todo el mundo medio congelado, pasea su atuendo liviano -hasta de manga corta se lo ha visto- por el salón. Hay poca gente pero podría ser peor.
-Dale, che, decime qué se siente.
La insistencia de Roque se fundamenta en que él no sabe manejar y, por eso mismo y por otras razones que están ligadas a la independencia (no depender de nadie, ni siquiera de un automóvil), careció de esa experiencia fundamental por la que todo hombre y mujer debe atravesar en esta vida: tener un auto.
-Como una gran pérdida -dice por fin el Tucu.
Suena, lo podemos inferir, patético, porque una pérdida, o lo que se llaman pérdidas de verdad, ya sabemos cuáles son. Pero lo ha dicho así, con esa carga desoladora que sólo trae la conciencia de algo que ha empezado a dejar de pertenecerle.
Y como si debiera darle volumen al argumento enumera que: 1) Su coche nunca lo dejó a pie; Es viejito, pero gasta poco (de nafta) y muy poco de aceite (un litro cada tanto); 2) La patente está municipalizada, por lo cual paga chauchas y palitos; 3) Duerme afuera y jamás le ha negado el arranque; 4) Lo compró de tercera mano, pero lo conoce como si él mismo lo hubiera fabricado; 5) Los tapizados son los originales; 6) A 100 por hora en viaje puede llegar hasta Marte; 7) Los neumáticos le duran, cuidándolos, 70 mil kilómetros y la batería cinco años. Y algo muy subjetivo pero que si él lo dice no hay por qué no creerle: está seguro de que ese auto ha sido concebido solamente para él.
-Lo vendo porque me jubilé y no puedo mantenerlo. ¿Qué se siente? -dice el Tucu y por primera vez mira a su amigo a los ojos, con un inusitado desafío que le sostiene la vista-: Comprate un auto y vas a ver qué se siente cuando empezás a no tenerlo más.
APORTA TU PENSAMIENTO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.