Historias VOLVER

Historias mínimas: El amor

Está parado exactamente en medio de la entrada de la casa. No en la puerta, sino en la entrada, la que acompaña al jardín. Es una casa de las de antes sobre calle Arana al 1000. El tipo está parado, recto, las piernas abiertas, con una mochila sobre la espalda, esperando. ¿A quién? Ni idea. Pero está parado ahí, son las 9 de la mañana, y todavía el médico que habita esa casa no empezó a atender.

Pienso que él podría haber entrado igual, que para eso están las sillas y una suerte de sillón horizontal, largo, sin respaldo. Para que uno consuma eso que Sthepen King llama con certera propiedad "los tiempos muertos de la vida". King dice que uno debe enfrentar esos tiempos muertos con un libro, que leer se puede leer en cualquier parte, y mucho más si uno va al médico sin turno, dispuesto, como se dice, a esperar.

No es -habré de enterarme minutos después- la situación de este joven que, insisto, clavado al acceso de la propiedad, ocupando todo su ancho, espera. Tiene su turno bien ganado, así que la espera de ahora será breve adentro, hasta que el médico lo haga pasar. Detrás de él habrá otras siete personas que aguardan el saber de ese doctor cuya profesión se ha contraído: todo el mundo, desde siempre, lo llama "El Otorrino", contracción sabia del lenguaje oral para evitar esa palabra farrogosa, intrincada, repleta de vocales y consonantes.

Pero volvemos a la calle. El hombre, que es joven (algo que sabremos después, cuando la secretaria le pida su número de documento, el cual empezará por 35 millones, es decir unos treinta y ocho años, o por ahí), el joven, con un gesto adusto, algo impenetrable, no se mueve, por lo tanto para poder entrar a la casa-consultorio queda el recurso de decirle, del mejor modo posible, si se aparta, porque además de joven es un tanto robusto, y, si no se corre, no habrá manera de avanzar.

Entonces llega otro paciente, un tipo grande, canoso, y el joven permanece ahí, clavado como un granadero, ocupando la entrada, como si fuera el único ser que existe en el mundo. Y el que llega viene apurado, viene probablemente sin turno, viene urgido por alguna flaqueza de su salud. Y como la cordialidad no está de moda, impedido de pasar rodea de muy mala gana el cuerpo del joven, lo rodea por un costado, mirándolo fuleramente, como diciéndole qué te pensás, que la entrada es tuya, y finalmente, tras ese rodeo, reprimiendo el reto y todavía aún más indignado porque el joven ni siquiera se dignó mirarlo, logra por fin esquivarlo y entrar a la sala de espera del consultorio.

Entonces pasa algo que tuerce la mañana, algo imprevisto, algo impensado. Llega una muchacha de la calle, de algo así como cuarenta años, se detiene frente al joven, lo abraza, y así permanecen un rato largo, un poco abrazados, otro poco besándose, diciéndose cosas amorosas, como cualquier pareja, y así van a estar hasta entrar minutos después a la sala de espera, de la mano, ella primero, él después. Entonces la mano de ella conduce a la mano de él hasta el escritorio donde aguarda la secretaria, la mano de él retira un fajo de billetes del bolsillo; luego la mano de ella lo lleva hasta la silla, y se sienta a su lado, y sin soltarlo, sin soltarse, esperan que el médico salga del consultorio y diga un nombre, un apellido, momento en que ambos se levantarán como si fueran un mismo ser, y entrarán al consultorio juntos, ella que puede ver todos los colores del día, todos los resplandores de esa mañana, y él que literalmente mira sin ver, que, como suele decirse, ha perdido la vista, se ha quedado ciego. Y en un rincón el tipo ya mayor, canoso, que debió sortear ese cuerpo detenido en la entrada, el tipo que lo miró fuleramente, porque habrase visto no correrse ni dejar el paso, ahora se revuelve incómodo en la silla, avergonzado, tal vez maldiciendo su torpeza, su pensar apresurado respecto a los modales agrios de la juventud, que se lleva todo por delante, el tipo cuyos ojos pueden registrarlo todo ahora también pueden observar, algo perplejos y con callada envidia, el espectáculo infrecuente del amor.

APORTA TU PENSAMIENTO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Últimas noticias

Artículos

Zapatos

28/04/2021

leer mas

Historias

"Bon o Bon", a pedido

08/05/2021

leer mas