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Historias mínimas: Telegrama

De pie, paciente, en la fila del Correo Argentino, el tipo, de unos treinta y pico de años, espera su turno. Tiene una muchacha adelante y el ritmo es lento. Se han puesto a hablar para matizar el perezoso goteo del tiempo. A veces, todavía, pasan cosas así en el pueblo, digo, que la gente hable entre sí, que ya no sólo, abducida por la pantalla del telefonito, "converse" con el celular.

El tipo le comenta eso que lo trae por allí. Va a mandar un telegrama, método que se mantiene vigente para comunicar, por lo general, una mala nueva de parte del que lo envía. Le dice a la mujer que está a minutos de sellar el fin laboral con la empresa para la que brindó servicios ocho años de su vida.

-Bastante tiempo -dice ella.

-Sí, pero bueno, alguna vez iba a pasar. Negocié la salida, al menos me voy con algo de dinero.

-Tuviste suerte -dice la mujer. No está allí para mandar ningún telegrama; otro trámite la ha llevado a esa suerte de oficina desangelada.

-¿Y vos? -pregunta él, un poco por curiosidad y otro poco por cordialidad.

-Yo pasé los meses de prueba en el trabajo. Bueno, pasar los pasé, pero no quedé -dice.

Son, ambos, dos flamantes desocupados. El ritmo de la fila es lento y la charla entre ellos fluye sin obstáculos. Un enorme signo de pregunta se abre en esas dos vidas que ahora comparten un instante del vasto existir con algo no menor en común. De todas maneras, dice él, los tiempos cambiaron: ya casi no hay empleos donde uno empiece y se jubile, todo cambia, y si cambian los dueños cambian los empleados. Nada dura mucho: ni la heladera, ni la computadora, ni un trabajo. La volatilidad y lo efímero son la marca de época.

-También para el amor es así -dice ella, con un dejo de sombría resignación.

El tipo la mira y le gusta lo que ve, y advierte que está en ese instante crucial donde la duda juega en contra, ese instante en que es ahora o nunca: piensa en el bar más próximo al Correo Argentino. Le dice, disimulando un temblor que le escamotea algo de voz, si quiere, después del trámite, tomar un café. Ella sonríe, y ya sabemos lo que pasa cuando una mujer sonríe.

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