Artículos VOLVER
El tipo que profiere la aseveración del título de esta nota, transcripta textual, no entiende. Vive con su familia en este lugar del mundo hace algo así como quince años, desde que se fue de Buenos Aires buscando paz y calidad de vida, es un buen lector que le gusta aprender cosas de la ciudad, pero no entiende. Entonces decide sublimar lo que no entiende hacia una cuestión de "salud mental". Lo dice con una sonrisa, lo dice sin malicia, pero le está errando, y uno, humildemente, se lo hace saber.
-Le estás errando por haber llegado tarde. Te faltó vivir acá los últimos cincuenta años del siglo veinte -le digo.
Se ríe. Pero ya conocemos la risa del que no detecta del todo un comportamiento social. O que, aún detectándolo, lo interpreta mal. Por eso dice que estamos locos. Por eso dice que desde que trascendió la noticia "del nuevo Bar Ideal", y después de indagar un poco más entre conocidos y vecinos qué cosa tan rara o mágica o extraña había tenido ese bar del siglo pasado, entiende aún menos todo lo que está pasando.
-Tal vez atrasen -dice-. No puedo creer lo que leo en las redes.
-¿Que la gente esté feliz por la vuelta del bar?
-Por favor, Elías. No jodas. Sabés perfectamente que no se puede volver al pasado. Es como si yo dijera que si me visto de granadero soy San Martín.
La ocurrencia es propia de un porteño al que le falta Tandil en sangre. Cualquiera sabe que un granadero es la proyección simbólica de San Martín, dado que fue el creador de ese cuerpo de elite. Un granadero reproduce, aún en su mero símbolo, la gesta sanmartiniana.
-Pero San Martín hubo un solo -dice el porteño.
-Y el Bar Ideal también.
-Por eso mismo, y no existe más hace veinte años. ¿Cómo pueden creer, entonces, que van a volver a tomar un copetín en el Ideal? Es absurdo.
Respetuosamente, le digo que le pifia. Volveremos en todo caso a un lugar, a una esquina, a un vértice (gran metáfora del encuentro o del reencuentro) donde ocurrió el fulgor de la juventud. Volveremos a un sitio al que hace mucho no pudimos regresar. No es que no queríamos. No pudimos, pues lo que nos avergonzaba era lo que habían hecho los epígonos del Ideal con los restos mortales del Ideal, esa calamidad foránea que por fin ha concluido.
Entonces, le aclaro que nadie va a volver a las mesas de madera, al televisor, a la radio con que escuchamos el número del sorteo con que zafábamos o no de la colimba, a los desayunos después del baile del Estudiante, a la poesía hasta el amanecer, al café cósmico de Camilo Borga, a sus gloriosas pizzas, a la mesa de Lucho Mestelán, a las cargadas a Culito, a los baños nauseabundos donde había que contener la respiración hasta terminar el desagote urinario, al kiosco de Carlitos Vitullo, a una de las puertas que siempre se trababa, a las ventanas guillotina que en verano dejaban entrar la brisa tibia de las tardes muertas, pueblerinas, nuestras. A todo eso no vamos a volver, le digo al hombre que nos dice que estamos todos locos. Vamos a volver al espíritu del Ideal, a la sustancia, y al punto de vista, al lugar de la mirada. Como decía Dipi Di Paola: "El Ideal es la torre del aeropuerto desde donde vemos el mundo". O sea, nuestro aleph, todo el insondable Universo concentrado en ese puntito de la esquina de Pinto y Rodríguez. Vamos a volver a sentarnos a una mesa, con un café, un libro, un diario, con la espléndida plaza enfrente y el gran ventanal del bar como lo que era entonces y será ahora: un rectángulo donde pasa la vida mientras nosotros también seguimos pasando por ella. No lo podés entender porque no lo viviste, le digo a mi lector incrédulo, y eso es lo único que te exculpa y también te condena: no sabés la fiesta que te perdiste.
Hoy a la mañana entré al minuto cero de la segunda vida del Bar Ideal. Fue como entrar al Titanic que dejó Cheverry anclado en el fondo del mar. Del inconmensurable océano del tiempo empezó a volver el bar más popular del pueblo.
APORTA TU PENSAMIENTO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.