Artículos VOLVER

Instrucciones básicas para el primer turista

Ciertas cosas que no le dirá el GPS al momento de llegar a nuestra ciudad:

Hay tres Cristos. Uno, el más añejo, torturado en la gran cruz del Monte Calvario desde 1948 (o por ahí). El otro, imperfecto en sus proporciones, cara de gaucho matrero, en la cima de Don Bosco. Un tercero, actor vocacional, representando al genuino carpintero de Belén en la Escenas de la Redención. Un cuarto Cristo es episódico: a veces concurre a la peatonal bipolar para tirarle la manga a los turistas, pero eso tal vez dependa de la bipolaridad de su carácter.

Hay una procesión, la del Viernes Santo, cada vez con menos fieles. Nacha Guevara y el ex motonauta Scioli fueron las últimas celebridades que caminaron detrás del Cristo yacente.

Hay un cerro llamado de las Ánimas con dos leyendas: la del fantasma de la niña muerta y la del Camino Encantado, donde los autos andan solos. Todo gratis.

Hay onda verde en las avenidas. La avenida de acceso, mientras cruza el Cenotafio de los Hisopos, tiende a despistar su navegador satelital: esa larga calle que es siempre la misma cambia de nombre cuatro veces. Siga siempre derecho y listo. No habrá inspectores municipales y el estacionamiento es libre. Prepárese, si desea estacionar en el centro, para dejar el auto en Basílico y Beiró.

Hay un charco grande de agua llamado lago. Hay un chorro, nuestro perfomático tributo al bidet, en el medio. Si observa que el muro de hormigón se pone verde, después rojo y después azul no se alarme, la vista no le está fallando: es un homenaje oficial a los colores de nuestros colectivos. Cuando suba los 253 escalones hacia la cumbre de la Movediza se parecerá al mito de Sísifo, el tipo condenado a cargar una pesada roca toda su vida. Lo mejor que pueda hacer es rodear el cerro y reconocer desde la retaguardia los tres bloques de la Piedra Movediza auténtica yacentes en el breve abismo.

Paseando por la feria del Parque, desde la Diagonal Illia hasta la Portada, sentirá la angustia de un metafísico déjà vu, la certidumbre de que eso que está viendo -los mismos stands, las mismas caras, los mismos artesanos y hasta los mismos turistas- son los que ya vio el año pasado, y el anterior y el anterior del anterior. Afloje con el pánico: el síndrome se corresponde con la pulsión del país tartamudo donde todo se repite.

Coma a reventar, resista el frío (nuestro único clima), y observe cierto pudor religioso, es decir trate de evitar clavarse un sánguche de mortadela al lado del Santo Sepulcro: la última mujer que lo hizo, una señora oriunda de Merlo, de llamativas calzas fucsias, terminó con un cólico renal. Ahí nomás, al pie de las escaleras, a la izquierda, hay un negocio de artículos regionales amigo de este sitio web (único comerciante que le compró 50 libros al escribidor). Pase y vea, hay de todo, hasta rosarios de salamín picado grueso (bueno, es un decir). Y no haga papelones respecto al cordón serrano que abraza al valle: son sierras, no montañas, y tienen 2500 millones de años geológicos.

Gaste plata, la mucha o poca que tenga, recorra, disfrute, cuide la naturaleza, y si paseando por el centro viejo se topa sorpresivamente con un tiranosaurio rex que vivió a finales del Cretáceo, hace 68 mil millones de años, no es lo que piensa. Se trata de la escalera mecánica de la Galería de los Puentes, bestia mitológica que una generación de tandilenses del siglo pasado asegura que alguna vez funcionó.

Finalmente, si concurre a la parrilla Al Ver Veras, relájese y goce.

Felices pascuas para todos.

APORTA TU PENSAMIENTO

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Últimas noticias

Artículos

Zapatos

28/04/2021

leer mas

Historias

"Bon o Bon", a pedido

08/05/2021

leer mas