Historias VOLVER
Ahora que (casi) todos hemos visto El Eternauta, habría que preguntarle al escultor José Rossanigo si para crear aquellos escarabajos que aparecieron por sorpresa en la ciudad, a principio de los 90, se inspiró en: 1) el monstruoso insecto que se encarnó en Gregor Samsa y su novela La metamorfosis, es decir Kafka; o 2) La idea de Oesterheld que tan bien dibujó Francisco Solano López (cuyo mérito pareciera menor al guionista de la historia, lo cual es relativo: sus dibujos fueron una pieza de relojería, de composición de atmósfera climática, para hacer andar el relato en el código del género popular que era la historieta a fines de los 50).
Muchos conocen la historia. Tal vez la masiva migración de vecinos de Buenos Aires y otros lares que fueron llegando después que cambió el siglo no la tengan presente. Pero el primer escarabajo de Rossanigo, actuó performáticamente para intervenir el Murallón del Lago, el día que apareció subiendo el muro de hormigón frente a la mirada atónita de los vecinos.
Sé que no está muy bueno citarse a sí mismo, pero no sé si alguien más escribió sobre aquel día. Yo dejé el testimonio en Tandil, el Libro de Oro (título, concedo, algo grandilocuente), que detalla lo que realmente ocurrió. El fragmento contado en presente histórico, que es la forma que más me gusta de narrar, comenzaba con este título: Y de golpe, "Kafka en el Lago...":
"Tenía que ser un domingo, ritualística jornada donde los vecinos en silvestre multitud se aposentan en torno al Lago desde el inmemorial tiempo que aquella cava árida, por el efecto Murallón, se convirtió en paseo. Diez horas antes, a las 5 AM del sábado 16 de febrero de 1991, un artista provocador al volante de su Renault 4 se dirige al Dique. Sabe que habrá de producir un hecho que alterará bruscamente la rutina melancólica de la vecindad. En el baúl del desvencijado automóvil lleva, parcialmente desarmado, un escarabajo gigante de tres metros. En pocos minutos la fantasmagórica imagen se apropiará del sujeto local. Y lo primero que ocurre, en cumplimiento de los antiquísimos mandatos radiofónicos, es que un vecino, entre perplejo y espantado, llama a Radio Tandil para informar de que "algo extraño está trepando el Murallón del Lago".
"El escarabajo, que ha sido colgado en posición de escalamiento sobre la pared del Murallón que mira a las compuertas, produce un efecto hipnótico. El estado anímico de la multitud oscila entre el asombro y el misterio que recrea tamaña novedad. ¿Quién ha colocado semejante insecto en el altivo e intocado muro frecuentado por pescadores, enamorados y suicidas? El movilero de Radio Tandil, que tiene el dato, revela al éter el nombre de José Ambrosio Rossanigo. Y especula que la jugada obedecería a un golpe publicitario del escultor, ya que según observa el lenguaraz comentario, Rossanigo pretende instalar en la comunidad su proyecto de Piedra Dorada, réplica de bronce que en escala 1 a 1 aspira a coronar el cerro huérfano de la Piedra Movediza. Nueva Era titula: "Hecho curioso en el Lago". El Eco: "Hecho estético en el Lago". Pero será Página/12 de Capital Federal, a través de la pluma de Jorge Dipi Di Paola desde Tandil, quien dará en el clavo sobre el concepto kafkiano del escarabajo. La criatura adquiere entonces la impronta del monstruoso insecto con que Franz Kakfa concibió La metamorfosis".
Eso era todo, pero... ¿eso era todo? No. Con el tiempo empezaron a aparecer más escarabajos de Rossanigo, pero la suerte estaba echada con el destino del primero: a los pocos días lo vandalizaron a piedrazos. Hay lugar también para la comedia: Rossanigo logró instalar un escarabajo en la pared del edificio frente a la plaza del centro donde dormía el intendente Julio Zanatelli. Desde ese mismo día, Zanatelli dijo que "el bicho" le daba insomnio, y que sus noches se habían convertido en una tortura. Otro escarabajo fue colocado en lo que hoy es el Centro Cultural Universitario, y otro en la pared del Hotel Dior.
La ciudad invadida por los escarabajos de Rossanigo fue lo primero que recordé cuando los cascarudos -bastante parecidos, por cierto- aparecieron en la serie del eternauta. Dipi lo atribuyó a Kafka. Le preguntaré a José en quién se inspiró, aunque las dos vidas -la de Kafka y la de Oesterheld tuvieron sus analogías (las cuatro hijas de Oesterheld (Beatriz, Diana, Estela y Marina) fueron desaparecidas por el terrorismo de Estado; tres hermanas de Kafka (Elli, Valli y Ottla) murieron en los campos de concentración del nazismo.
No hay casualidades a la hora del horror que sobrevendrá para los que un día se sientan a escribir una historia llamada a trascender su época.
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