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Historias mínimas: se fue el gomero y también la gomería

La noticia no saldrá en ningún lado. No es, para el canon del periodismo, una noticia. O no merece serlo. Ni siquiera si detrás de la noticia hay 89 años de historia.

Hay que empezar con una muerte. No es, claro, la mejor forma de arrancar un lunes. Ni de arrancar con la noticia. Pero como para este portal no existen las noticias sino las historias, toda historia implica, por lo menos, a una persona.

Entonces arrancamos con el Gordo Jurado, así, dicho de manera coloquial, como cuando alguien pinchaba una goma y otro le decía así, de corrido, como recitando el mantra de las gomerías: Andate a lo del Gordo Jurado.

Eso hasta hace algo más de un año, fecha en la que el Gordo Jurado se murió.

Por eso mismo, por esa muerte, hay otra historia. La que sobrevino después del Gordo, después de ese mundo que cualquiera conoce cuando entra a una gomería. Pilas y pilas de gomas que alguna vez rodaron, de parches, de herramientas, algún poster viejo de un futbolista o una modelo que también envejecieron, y la llave cruz, la llave de los milagros que abría el corazón de todas las tuercas del mundo, hasta que algún infame inventó la pistola neumática (que convirtió en una tarea titánica aflojar los tornillos de las ruedas).

Entonces citemos el color: la grisura propia de las gomerías de antes. El Universo Pinchado adentro de un galpón. Y la antigua fama del gomero, una especie de Hércules suburbano. Se veían gomeros de brazo de hierro en la pulseada que hacía Sofovich por la tele.

Volvemos porque esta es una historia mínima. El Gordo Jurado se murió. Quedó su ayudante a cargo, hasta que hace unas semanas nomás o se le venció el contrato de alquiler o le pidieron la propiedad, en fin, lo que haya sido. La cuestión es que si primero se murió el Gordo Jurado, ahora también cesó la gomería, al menos tal como la conocimos, la que llegó a los 89 pirulos y dos generaciones a cargo.

Lo que viene para el galpón, para el resto de la propiedad, para esa esquina de Montevideo a pasitos de Rodríguez, no es difícil imaginarlo. ¿La piqueta asoma su hocico de hierro? Si fuera así, el hocico además de ser frío es probable -como viene la mano- que también tenga el color que distingue a los nuevos dueños ricos del faro-pueblo: el color verde.

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