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Café Martínez, por la revancha

No siempre hay una segunda vez, en ningún orden. Sobre todo si la primera tuvo la dimensión de un fracaso sonoro pero evitable.

Lo cierto es que nueve años después -tal vez un tiempo suficiente para el imprescindible olvido-, Café Martínez va por la revancha. Con otro franquiciado y en otro lugar del centro que también tiene su historia, ahora en el contexto de algo que se viene formando naturalmente: una ciudad que suma a su oferta local y turística un polo gastronómico en notable crecimiento.

Café Martínez fue fundado hace más de ochenta años. Marcelo Salas Martínez es el dueño de la cadena cafetera con mayor renombre nacional. Suma unas 200 franquicias a lo largo del país, pero su experiencia en el valle de la tandilidad todavía se recuerda: el franquiciero que llegó a nuestra comarca para abrir la sucursal en el local que durante muchos años fue la casa fotográfica de Julio César Díaz, en el año 2016, no se percató de conocer algunas cuestiones mínimas del territorio. Y el primer día echó de la cafetería a dos chicos del Taller Protegido que habían entrado al local para vender sus flores. Con semejante comienzo, el final estaba cantado. Café Martínez fue una experiencia fugaz, en contrario al éxito de la cadena en otras ciudades de rango intermedio como Tandil.

El local que eligió alquilar el nuevo franquiciado, sobre calle 9 de Julio, desde la década del 80 no sale de su perfil gastronómico. La última experiencia fue Plenitud, y la primera fue Scocht Pub, una suerte de bar inglés parecido a Olivia que dejó su huella en la ciudad del siglo XX, y un anécdota surreal ocurrida durante la guerra de Malvinas. Cuando las tropas argentinas ocuparon las islas, aquel 2 de abril de 1982 el dueño de Scocht, imbuido de un fuerte sentimiento nacionalista, cambió el cartel del pub y lo reemplazó por el nombre de "Bar Malvinas Argentinas". La nueva marca duró poco: expiró cuando las tropas argentinas se rindieron, instante en que el hombre decidió recuperar el nombre original. Scocht dejó su huella indeleble en la generación analógica de la aristocracia del barrio, y el nuevo siglo trajo la primera casa para Antares, una cadena cervecera foránea que entendió cómo funciona el paladar local y fue creciendo con los años.

La segunda vida de Café Martínez se inscribe dentro de una movida gastronómica que no deja de llamar la atención: en el centro reabrió el Bar Ideal, se viene la reapertura del modernizado Figlio, llegó McDonald's a poner los cimientos en la playa de estacionamiento eterna, Mostaza también ocupó un nuevo lugar (ex Bautista), a la par que han abierto nuevas cafeterías de autor más allá de las cuatro avenidas o en su borde (como Ojo Café, en la Avenida Santamarina frente a la plaza del Tanque.

La gastronomía, que es la Santa María de las tres carabelas del turismo, está de moda. Por lo mismo, como toda moda habrá que pensar en sus efectos lógicos: que lo nuevo que llega perdure hasta convertirse en un clásico, o que traiga el ADN fatal de la época en que vivimos: el tránsito efímero de las cosas. La moneda está en el aire.

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