HISTORIAS DESDE EL BAR IDEAL VOLVER
Es el 23 de abril y son las 7,01 de la mañana. El Ideal acaba de reabrir sus puertas tras 21 años de ausencia. El primer parroquiano, aquí llamado por pertenecer al siglo pasado como el Hombre Analógico, apenas cruza la puerta del bar, que luce desierto y expectante, hace lo que nadie de la generación millennials y -mucho menos- la de cristal. Busca con la vista el diario de papel que leerá de ojito.
De pie, clavado en la entrada, no decide aun qué mesa va a ocupar, puesto que además, hasta dentro de unos pocos minutos, tiene todas a su disposición.
Tampoco está claro, aunque esa decisión la tomará en el instante, si pedirá una lágrima, un café doble, y si claudicará ya, el primer día de la semana, frente a las medialunas. O, para aflojar la culpa, en singular: una medialuna. Entonces, probablemente, sea un café y una medialuna. Dulce.
Pero, como decíamos, previo a todo eso el Hombre Analógico hará lo que cualquier sobreviviente de su tiempo, de su siglo, de sus hábitos. Como el bar es un bar de leyenda pero también -qué paradoja- es un bar nuevo, el Hombre Analógico se encuentra en un estado mental transicional: está en el presente, pero también está en el pasado. Cada rincón del bar le remite algo: una historia, un personaje, una mesa, un objeto. Recuerda que hace dos décadas los diarios estaban arriba del mostrador. Advierte que por entonces el diseño no estaba de moda.
El nuevo Ideal le achica la búsqueda: tiene al diario expuesto en un moderno escaparate apenas se entra al bar, es decir que él no deberá ir como un fantasma tanteando con la vista el lugar donde reside el último ejemplar de papel, casi como un tótem vivo dispuesto a la lectura, ahora que el papel, como él mismo, están disolviéndose en el aire de la modernidad.
Entonces el Hombre Analógico, ya de cuerpo viviente en el bar, hace lo primero, lo que hizo siempre: agarrar el diario, y entonces sí, ya tranquilo, ya digamos feliz con su hábito recuperado, busca una mesa, una con ventana a la plaza donde la luz es inmejorable, se quita la campera, semblantea la tapa de El Eco mientras su mente ya decidió lo que va a pedir apenas lo atiendan. Lo hizo antes de abrir el diario, antes de repasar los títulos grandes, las noticias locales y las policiales y -sobre todo- antes de tropezar con la sombría habitualidad de las participaciones fúnebres, a las que dejará para el último momento de la lectura.
Ahora, piensa el Hombre Analógico, lo único que importa es que él está de nuevo en el Ideal y -sobre todo- que está vivo. Vivito y coleando, en el bar, leyendo el diario de papel en el amanecer del día, mirando la vida pasar.
El Hombre Analógico es el periodista Eugenio "Tuny" Martínez. Primer cliente del nuevo Bar Ideal, quien a las 7,01 del 23 de abril entró al bar con el corazón en la mano, o para decirlo tangueramente: como aquel chiquilín que miraba de afuera aquellas cosas que nunca se alcanzan.
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