HISTORIAS DESDE EL BAR IDEAL VOLVER

Ramón en el confesionario

Hay en el bar la Mesa de las Confesiones, una suerte de confesionario de historias al que se llega, generalmente, sin turno. El parroquiano que se acerca a la mesa viene impulsado por dos motivos: 1) Hacer catarsis frente a lo que le pasa, y 2) Que su historia, al tomar estado público, llegue a quien la dirige.

Es por eso que en esta mesa, última de la ventana que mira a la plaza, el que cuenta la historia tiene que pagar para hacerlo. Uno es en definitiva un Médium entre el que se confiesa y el personaje que busca contactar, aunque sea lateralmente, a través de su historia. Un café ($2500) más los $500 de propina para la moza son los honorarios.

El primero que llegó a la mesa fue un tipo de unos sesenta años que dijo llamarse Ramón con una verruga en la nariz, un saco del siglo pasado y levemente rengo. Lo atendí a la vieja usanza, con una muletilla de los abogados o los médicos.

-¿Y bien amigo, qué lo trae por acá? -le pregunté.

Me dijo que lo traía un incidente de tránsito donde, por razones de buena educación, se quedó con las palabras atragantadas, las cuales debería haber dirigido a una mujer que lo destrató en plena vía pública.

-Y todo porque la señorita no sabe manejar -dijo Ramón.

A continuación su relato. "Lloviznaba y yo venía en mi coche por Maipú. Atravesé 14 de Julio y como usted sabe ahí se estaciona a dos manos, unos metros antes del Jardín de Infantes. Pues bien, en medio del despelote de autos encontré un hueco para meter el mío, sobre la derecha. Vi que sobre la izquierda, pero un poco más adelante, una Corolla Toyota blanca estaba parada con las balizas encendidas. Pensé que estaría esperando a alguien. Yo estacioné mi auto y me bajé. Cuando salí, de la Toyota se bajó una mujer joven que me recriminó que le había robado el lugar donde pensaba estacionar. Pero, le dije yo, ¿cómo voy a adivinar que usted quería estacionar ahí si estaba parada sobre la izquierda y el lugar para estacionar era sobre la derecha? Muy suelta de cuerpo, la mujer me dice que paró ahí para dejarme pasar. ¡¿Pero cómo pretende que yo adivine que me va a dejar pasar cuando usted detiene su auto sobre la izquierda y el lugar que estaba libre para estacionar era sobre la derecha?! Usted tendría que haber parado el coche al medio sobre la derecha, haber accionado las balizas y dejar libre el paso del medio hacia la izquierda... ¿Entiende eso? ¡Es algo elemental!".

Le pregunté qué respuesta recibió de la mujer. En eso llegó la moza, el tipo esperó que bajara mi cortado, como tomándose un respiro en el relato, y luego dijo aun atónito:

-Me mando a cagar. "Váyase a cagar", me dijo, así literalmente.

-¿Y usted que hizo?

-Me callé por respeto, pero si por las dudas la señorita lee esto, lo que quiero decirle es que yo no tenía ningún problema en marchar hacia el inodoro, pero que ella debía haber seguido derecho por Maipú hasta Buzón, luego encaminarse hacia el primer piso de la Terminal de Ómnibus, entrar a la Dirección de Tránsito y devolver el carné de conducir.

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