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La Loca Esperancita, el Loco de la Pipa y la Piedra nevada

En el ocaso del domingo escribí esto que luego subí a mi Facebook:

Es un frío filoso, y es el cielo denso, hecho de una grisura torva, y como desprendidos del cielo, más abajo, unos nubarrones grandes y plateados que están ahí, que se estiran, como si fueran a deshacerse, y es domingo y hay un silencio blanco, algo lúgubre, que acecha, y una mujer del barrio, la Loca Esperancita, que sale a la calle y le dice a la nieve que venga de una vez, mirando a lo alto, algo escharchada, y no pasa un alma y en las casas del barrio sólo se percibe entre las rendijas de las persianas la neblina azulada de los televisores, y la nevada invisible que no llega más.

La poetecidad de la frase tenía que ver con el cielo. A nadie que escriba se le iba a escapar un cielo así, como el da anoche. Y mucho menos si justo la Loca Esperancita salía de su cueva para reclamarle a los gritos (¿¿a quién??) que nevara de una vez por todas. Un rato después entraron dos llamadas a mi celular. En la primera un amigo de Mar del Plata me decía que había visto en los canales de televisión que en Tandil nevaba. Fake.

La segunda llamada una lectora me preguntaba quién era la Loca Esperancita. O mejor: si Esperancita existía o era un personaje literario.

Al otro día -o sea hoy, lunes- otros amigos de Buenos Aires volvieron a machacar con el sofisma de la tele: nieva en Tandil, decían, qué suerte que tienen. Más fakes.

Pues, como se sabe, acá no ha caído un miserable copo de nieve. Escribo esto a las 13.50 horas del lunes. No ha caído, digo, un copo de nieve como Dios manda. No el fraude pedorro del aguanieve o espejismos similares.

Es natural que ya no quede mucho por decir acerca de la negativa de la nieve para con el terruño. Ha nevado hasta en Olavarría, dicen. En cualquier lado menos acá. Y lo que más encono produce todo esto, es que acá, por el truculento frío glacial que ocurre desde tiempos inmemoriales, es el primer lugar que al menos merece la nevada. Nadie como los que vivimos acá, y sufrimos el frío pavoroso de este valle cercado por sus sierras, es más justo acreedor de una buena nevada, una nevada copiosa, abundante, de por los menos 300 millones de copos de nieve.

En cuanto a la Loca Esperancita, es tan real y fantasmagórica que muchos en el barrio la creen salida del Eternauta. Vive sola amurallada en su casa, tiene temporadas que anda por los estudios de abogacía del pueblo pidiendo que alguien la defienda de seres misteriosos que le tiran piedras al otro lado de la medianera Por la ventana de su casa se ve la Piedra Movediza, a la que sólo podemos imaginar nevada pasándola por Chatgpt. Esperancita es un poco menos famosa que el Loco de la Pipa, a quien hace rato que no vemos. Cualquiera lo podría reconocer por este rasgo: solía (o suele, si aún vive) caminar por el centro, con tres grados bajo cero, con una pipa colgando de la boca y en musculosa, como si estuviera en el Caribe. Esperancita y él son los legítimos orgullos que le quedan a la barriada de Villa Laza.

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