Historias VOLVER
Empecé a buscar el texto y no aparecía por ningún lado. Ni en la computadora, ni en los pendrives de respaldo, ni siquiera entre los papeles del ayer. Ni una sola copia. Encontré un par de disquetes pero la tecnología lo volvió viejos e inservibles.
Quedaba, entonces, un solo lugar posible y seguro: el único ejemplar que me queda de Crónicas del pago chico, mi primer librito publicado en 1995.
Busqué el libro y lo encontré tan viejo y arrugado como podemos estar nosotros, pero vivo, tal vez más vivo que nunca. Había sobrevivido a pérdidas, mudanzas y otras catástrofes por el estilo.
Esas crónicas las publiqué hace treinta años en la contratapa dominguera de El Eco, y esa historia en sí -la historia del último duelo ocurrido en el pago chico- formó parte de la saga del centenar de crónicas que luego fueron a parar al papel.
Cuando a Franco Cabrera se le ocurrió celebrar el ritual de la amistad obsequiándole a su clientela de Bosco y El Criollo una contada de historias, es decir un espectáculo narrativo gratuito, y llamó al dúo El Hage&Sanzano para contratarnos, pensé en esa historia en particular. Nunca la conté en público, y la escribií en aquellos días remotos de mediados de los 90, cuando el mundo era otra cosa (y nosotros también lo éramos). La historia, está claro, era un homenaje a la amistad, entonces me pareció que entre los relatos a contar ahí debía estar el gran duelo ocurrido aquel 8 de agosto de 1992 entre la Nostalgia y la Técnica, un duelo pistero entre el mítico Fairlane conducido por el médico clínico Gustavo Gentile (que llevaba a Alejandro Fortunato como copiloto) y el Fiat Uno -la maravilla de la época- tripulados por Guillermo Cravea y Juan Nazabal.
¿Qué decir de esta historia? Que luego de eso vinieron otros libros, llegaron las ficciones, los libros por encargo, los libros de cuentos, algún ensayito, la novela, es decir la vara alta de la escritura, el haber aprendido algunos trucos del oficio, un largo período de formación que me iba a permitir vivir de lo mío, ser un escribidor pueblerino en el marco de la aldea global, convertirme en un lector profesional, y entonces "Duelos", aquella historia casi de provincia, quedó muy atrás y hasta algo devaluada por la "alta" literatura que empecé a consumir, donde la belleza de la prosa, la música del lenguaje, la poesis narrativa y todo eso convertía a la crónica en lo que fue: un texto de iniciación algo tardía.
Y sin embargo, a la hora de celebrar la amistad me sigue pareciendo una historia potente para contar entre amigos (como si estuviéramos en un asado), con matices humorísticos, con personajes de carne y hueso y -sobre todo- un relato que predice lo que habría de venir tiempo después para la ciudad: la globalización, la muerte del pueblo grande, el cambio de formato que trajo la aldea global.
Bueno, dicho todo esto: en memoria de Gustavo Gentile y de Alejandro Fortunato (pero también de tantos amigos entrañables que ya no están), el jueves y viernes que viene en Bosco y El Criollo respectivamente, volveré a contar, treinta años después de haberla escrito, la crónica "Duelos", la cual me fue confiada una noche inolvidable en Al Ver Verás. Un duelo tuerca, un duelo entre amigos, un lance nacido en un bar algo british, Scocht, que paralizó al pueblo, y una forma más de sumergirnos en las aguas profundas donde yace la civilización perdida, el Tandil de los años felices.
Allá los esperamos.
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