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La muerte no mata nada, la matadora es la suerte

Ahora que lo vemos a Franco Colapinto escribiendo su historia, por el momento incierta, en la Fórmula 1, no podemos dejar de reparar en el mejor piloto de carreras que dio Tandil, Carlitos Jarque, y lo que con él pasó -y no pasó- al momento en que pudo convertirse en un piloto de la máxima categoría, y epígono de Carlos Reutemann.

La historia de Jarque y la Fórmula 1 tiene mucho que ver con el corrido mejicano que da título a esta nota. La suerte, la mala suerte (pero también y paradojalmente la buena suerte), las leyes inescrutables del azar, esa sucesión de acontecimientos a menudo imperceptibles, que definen la biografía de una vida. Y a veces hasta la vida misma.

Primero la sinopsis de Jarque: luego de ganar el campeonato de MAF2 en 1973 decide probar suerte en Europa, como tantos otros, con más talento y entusiasmo que plata. Se va con su esposa y su padre, y luego de mucho peregrinar logra debutar en junio de 1974 en la F3. Tras algunos buenos resultados consigue una plaza en un F2 europeo y debuta en Monsport, Suecia, a bordo de un March alquilado por el cual tuvo que firmar un documento por el valor del auto para poder largar. En plena carrera se le sale una rueda y de casualidad -luego de infinitos trompos- no toca nada y salva el pellejo, el auto y el dinero.

A fines de 1974, aparece en esta historia el quíntuple Juan Manuel Fangio, su padrino automovilístico. Fangio exprime sus contactos para lograr que Jarque pruebe un Fórmula 1. Así, logra que el ex dos veces campeón del mundo Graham Hill lo invite a probar uno de sus autos de F1, un Hill GH2. El día 28 de noviembre de 1975 se lleva adelante la prueba en el circuito de Paul Ricard, en Francia, y Jarque, que nunca se había subido a un auto de F1 y tampoco había manejado tanta potencia, clava 1 segundo menos que el piloto titular del auto, el británico Tony Brise que ya tenía 10 carreras corridas en la categoría.

En el acto, sorprendido, Graham Hill le pide dos cosas. Una, que consiga un millón de dólares para ganarse la butaca en el equipo; y la otra: ahí mismo lo invita a Jarque a viajar en su avión a Inglaterra, donde tenía sede el equipo, para visitar la fábrica y eventualmente hacer otra prueba. Jarque, que ya estaba solo en Europa, rechaza la invitación porque sencillamente no tiene un peso en el bolsillo, y le dice a Hill que regresará a la Argentina en busca de auspiciantes.

Y ahora el final de la historia: al otro día Graham Hill parte de Francia rumbo a Inglaterra, el 29 de noviembre de 1975, piloteando su propio Piper Azteca con Tony Brise, el diseñador del equipo y 4 mecánicos. En plena noche el avión se estrella en un campo de golf, cerca de Arkley, en Hertfordshire, antes de la pista aterrizaje, perdiendo la vida todos los ocupantes.

Carlos Jarque llega a Buenos Aires el 1ª de diciembre. Compra la 6º de La Razón y lee en la tapa del diario que se había venido abajo el avión al que él no subió.

Carlitos no pudo volver a tener otra oportunidad de subir a un Fórmula 1, pero aquel avión que no tomó le permitió vivir treinta y dos años más. Murió a los 61 años, el 4 de mayo de 2007. Todavía en este rinconcito del mundo, en las pistas no hubo nadie como él.

Datos de cronología a cargo del amigo Richard Castejón.

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