Historias VOLVER

Absurdo

Llego al consultorio del médico y me dice: "Tengo una historia para vos". Mi médico es de Buenos Aires, pero hace más de quince años se radicó en Tandil. Ha hecho una gran carrera, cimentada por el prestigio de su saber.

Del cajón del escritorio saca una carta. Me la muestra. No reconozco la letra ni la firma. La carta tiene, por lo menos, sesenta años de escrita. Está dirigida a su abuelo, que también era médico pero de especialidad obstetra. La leo. Es una carta de profundo agradecimiento. Firma la esquela un ingeniero cuyo apellido, muchos años después, ocupará la tapa de los diarios de la Argentina.

En la carta el ingeniero le agradece al obstetra los denodados esfuerzos que ha hecho para que el matrimonio logre, por fin, llegar a la procreación. Luego de muchos intentos y fracasos, el ingeniero y su esposa estaban a punto de tirar la toalla cuando conocieron al obstetra de su salvación. Luego de un tratamiento exitoso, por fin pudieron tener dos preciosos hijos.

Eso dice la carta: dos preciosos hijos que legarán la continuidad del apellido. El obstetra guardó la carta entre sus recuerdos sin imaginar la proyección y la terrible ironía que habría de crear a lo largo de la línea de tiempo. Vuelvo a leer el apellido del firmante de la epístola: Ingeniero Mauricio Schoklender. Lo demás es historia conocida.

Esos dos hijos fueron Sergio y Pablo, quienes en 1981 asesinaron al ingeniero y su esposa Cristina Silvia Romano cometiendo el parricidio y matricidio más espantoso que se recuerde. Ocurrió veinte años después que los Schoklender vivieran un tiempo en Tandil, por razones laborales del ingeniero, y a donde también, vaya sincronía, se radicó al nieto de aquel obstetra que tanto luchó por el doble alumbramiento.

Pienso en este hecho ineluctable: un obstetra que hace todo lo posible para que un padre y una madre puedan traer al mundo a los hijos que tanto desean. Pienso en esos hijos que una noche de junio de 1981 los asesinan a sangre fría. La vida es un absurdo, supo escribir Albert Camus. O para decirlo así: el absurdo es buscar el significado a algo que no lo tiene.

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