ÚLTIMO MOMENTO
Entonces la semana pasada llegó un mensaje que decía más o menos así: Cumplo años y lo festejo. Si querés venir confírmame acá. El cumpleañero era Franco Cabrera, hoy por hoy el empresario gastronómico más diversificado de la ciudad. "Acá" era un link. Con Pepo Sanzano decidimos ir porque el cumpleañero es un tipo que estimamos, y tal vez uno de los tipos más queridos en la ciudad, sobre todo (y eso sí que es una rareza) por la gente de su ambiente, sus colegas.
El festejo fue en El Descorche, el domingo al mediodía. Entrada con fiambres, empanadas, plato principal, postre, dulces, vino, espumante, y todo el ritual de un tipo que cumplía 52 años y como bien sabe -y lo dijo- después que se dobla la curva de los 50 hay que festejarlo siempre porque no se sabe cuándo es la última. Se comió, se brindó, se charló, en fin, todo eso que era tan común en el mundo de la civilización pre celular, antes de que las pantallitas irrumpieran para quebrar, sobre todo, el rito de la conversación.
A los postres, apareció un cantor de folclore con su hijo de 10 años, no más. Dijo que era de 25 de Mayo, que iba a compartir unas canciones con los invitados, y que se había traído a su hijo porque un día lo descubrieron tocando el bombo sobre un balde, así que ahí nomás fue el padre y le compró un bombo al changuito, y ahí estaba, entonces, acompañando a su papá con las zambas, las chacareras y los carnavalitos con que le puso música a la celebración. También hizo algo más: le agradeció a Franco por haberse convertido en un puntal de su sueño, alegoría de vivir de la música, porque todos los artistas saben que Franco cumple generosamente con el cachet del artista y la mesa tendida para ellos.
Franco contó que cuando pensó en el festejo primero se anotaron 50, después 80 y después 120, y le agradeció a Anahí, su mujer, que se hizo cargo de la comida, de los postres, y a su sobrino Mateo, que está al frente de El Descorche, y uno miraba los tres espacios colmados del lugar y veía eso que Borges llamaba el fervor de la amistad. Amigos de una peña, amigos de la gastronomía, amigos de viajes, amigos de un club. Amigos, amistades, o, para decirlo casi con un lugar común, una vida que es un canto a la amistad.
Sobre el final hubo karaoque. Con Pepo le regalamos a Franco unas cuartetas que recitadas de alguna manera compendiaban una biografía humorística del cumpleañero. Cuando terminamos de recitarlas, vimos que en medio de las carcajadas de los invitados, la cara de Franco era un valle de lágrimas. "Carajo, estoy viejo, me hicieron emocionar", dijo. Después cantó (y muy bien) "Por una cabeza", tangazo eterno y un tema de Sandro que le dedicó a su mujer.
En un momento dado se acercó a nuestra mesa el amigo Emilio Pardo. "Si querés una historia acá la tenés", me dijo. Y me contó lo siguiente.
A la hora de pensar el regalo, Emilio fue a Cardon para comprarle el obsequio. Entró, pidió por un swetter con la certeza de que, tratándose de Franco, no iba errarle con el talle.
-Es para un amigo, deme un XXL -pidió.
La empleada que lo atendió no pudo evitar la sonrisa.
-¿Es para Franco Cabrera? -dijo-. No tenemos más, esta semana sus amigos nos agotaron el stock del talle XLL.
Nos reímos con Pepo y con todos los que escucharon la anécdota. Franco Cabrera: XXL de ropa y XXL de amistad.
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